“ANTE EL MUNDO HAY SÓLO DOS ACTITUDES: MIEDO O AMOR”
Entrevista a Elsa Punset por Victor Amela
(De: www.cambiemoslaeducacion.wordpress.com)
Soy hija del 'baby boom' de los 60. Nací en Londres, me crié en EE.UU.,
Haití, Madrid… y vivo en Londres. Tengo dos hijas pequeñas. Máster en
Humanidades por Oxford, me dedico a la
pedagogía de la gestión emocional. Soy adogmática. Me permito sentir el
misterio.
¿Vivió en Haití?
Siendo niña, sí. Por eso sé que en Europa vivimos de espaldas a los
riesgos que allí amenazan las vidas: allí viven intensamente, aquí vivimos
anestesiados.
Pues bendita anestesia.
Pero pagamos un precio: aquí la vida no late. Y, aburridos, llegamos a
deprimirnos. Y nos afanamos en distraernos.
¿Y qué propone?
Adiestrémonos en gestión emocional. La ciencia demuestra que todo
–hasta un pensamiento– arranca de una emoción: ¡somos animales más emocionales
que racionales!
Pobre Descartes, qué viejo se
queda…
Sí, pero ¡en las escuelas todavía no enseñamos a nuestros niños a
gestionar sus emociones! ¡Qué atraso!: hacerlo reportaría fabulosas bendiciones
para ellos y la humanidad.
¿Se puede enseñar a sentir?
Nos enseñan a desconfiar, recelar, sospechar, despreciar, odiar… ¡Que
nos enseñen a amar! Nos enseñan que el mundo es peligroso, pudiendo enseñarnos
que es fabuloso.
¿Lo es?
Hay sólo dos modos de relacionarse con el mundo: desde el miedo o desde
el amor. Sentir curiosidad por el mundo es amarlo, es lo mismo. ¡Es lo que sienten
los niños pequeños! Esa inocencia radical, ese amor, curiosidad… es lo que
luego nos enseñan a perder.
¿Por qué hacemos eso?
La educación aún premia las emociones defensivas ante el mundo, en
lugar de premiar las
emociones amorosas hacia el mundo.
Será por algo, ¿no?
Porque seguimos anclados en lo que hace 100.000 años resultó útil para
sobre-vivir en entornos cuajados de peligros: herramientas –miedo, angustia,
tristeza, ira…– que hoy quedan anticuadas y son ya un lastre.
¿Recibió usted de sus padres la educación correcta?
Me dieron las dos cosas que hoy se sabe que son los dos puntales de la
felicidad.
¡Dígamelas, por favor!
Una: afecto. Dos: sentido de control sobre tu vida.
Explíqueme esto.
Recibir afecto en la infancia infunde confianza y seguridad ante el
mundo.
Estudios sobre resiliencia –capacidad para remontar tremendos reveses–
demuestran que niños tratados horriblemente que se agarraron a una mirada amorosa…
pudieron remontar.
Puntal uno: amor. Puntal dos…
Soberanía sobre tu vida. Mis padres jamás hablaron de “la suerte”, sólo
de cómo actuar: eso te enseña a ser el piloto de tu vida.
¿Qué emociones premia usted al educar a sus hijas?
Las ayudo a identificar cada una de sus emociones: así entienden qué
está pasándoles.
¿Hay emociones positivas y negativas?
No. Hay emociones útiles e inútiles. Si un día están tristes, las
entreno a no temer a la tristeza y a saber qué está mostrándoles.
¿Y qué muestra la tristeza?
El temor por una pérdida: por una ausencia, una carencia, porque algo
termina… Si comprendes eso, ¡lo llevas mejor! Si no, esa tristeza puede
agobiarte, angustiarte… y hasta llevarte a
medicarte sin necesidad. Eso se hace mucho por aquí. Porque no
escuchamos lo bastante las voces de nuestras emociones. Habitúate a escucharlas
y entenderás tus pasiones. Y una vida con pasión y sentido es más feliz.
¿Cómo puedo descubrir mi sentido?
Al levantarte, cuestiónate: “¿Qué me hace hoy levantarme?”. El
psicólogo Viktor Frankl lo planteó más crudamente: “¿Qué impide que hoy me
suicide?”. Lo que se esconde tras la respuesta es tu sentido.
¿Y luego?
Aliméntalo. De lo contrario, podrías matarlo de hambre. Hazte regalos
emocionales. Quizá sea apuntarte a una clase de baile… ¡Siembra tu vida de
pequeños cambios!
¿Eso me hará más feliz?
Conozco un estudio hecho sobre 5.000 personas: un 10% declararon ser
felices. Pues bien, se observó que esas 500 personas habían seguido un patrón
común…
¿Cuál? Cuente.
Se habían marcado una meta. La habían puesto por escrito (o se la
habían contado a conocidos), en una especie de compromiso público. Habían
establecido metas volantes, etapas menores en el camino hacia su gran objetivo.
Y cada vez que alcanzaban una meta volante, se gratificaban con algo.
Tomo nota.
Un amigo mío indio me dijo: “A vosotros os entierran a los 80 años,
pero os morís a los 20”. Me hizo pensar… Hoy sabemos que nuestro cerebro es muy
plástico: ¡podemos reinventarnos cada día durante 80 años! No lo hacemos.
¡Atrevámonos, pues es posible!
Excitante: reinventarte cada día.
Abrámonos a la realidad…, que incluye el misterio. Darle la espalda a
lo inconsciente y a lo misterioso nos priva del 80% de la realidad, ¡la
convierte en plana y aburrida!
¿Cómo aconseja mirar la realidad?
La ciencia nos habla de lo que sabe, pero no puede hablarnos de lo que
no sabe. No prescindas de todo eso.
¡Permítete inventar preguntas y soñar respuestas! Es esa capacidad de
inventar y soñar (y no sólo la de analizar) la que nos hace plenamente humanos.
Gracias, maestra.
¡Los maestros son los niños! Ellos nacen libres, con esa inocencia
radical abierta al misterio, a la confianza en la vida y al amor al mundo. Si
la conservásemos…,seríamos siempre creativos y felices!
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