(Cuento de la tradición africana)
Hace mucho, mucho tiempo, vivían en una aldea dos mujeres
jóvenes que no habían tenido la suerte de tener ni hijos, ni hijas. Había un
dicho según el cual "una mujer sin hijos era una fuente de desgracias para
la aldea".
Un día, una señora vieja golpeó a su puerta para pedir
comida. Las mujeres jóvenes la recibieron con mucha amabilidad y le dieron de comer
y ropa para vestirse. Después de comer y
extrañada por el silencio y la ausencia de voces infantiles, la anciana les
pregunto:
- ¿Dónde están vuestros hijos?
- Nosotras no tenemos hijos, ni hijas y por eso, para no
causar desgracias a la aldea nos pasamos el día fuera del pueblo.
Entonces, les dice la señora:
- Yo tengo una medicina para tener hijos, pero después de
haber dado a luz, la madre se vuelve loca.
Una de la mujeres le contestó que aunque enfermase ella
sería feliz por haber dejado un niño o una niña en la tierra. En cambio, la
segunda le dijo que no quería enloquecer por un hijo.
La señora vieja dio la medicina solo a la que se lo pidió.
Después, algunos años más tarde la señora vieja regresó al
pueblo y se encontró a las dos mujeres jóvenes. La que no había tomado su
medicina le dijo: "Tu nos dijiste que quien tomara la medicina se volvería
loca, pero mi hermana la tomó, tuvo una hija y no enfermó"
Y la anciana le respondió: "Volverse loca no quiere
decir que se convertiría en una persona que anduviera rasgándose las ropas o
que pasara todo el día mirando a las nubes como si paseara por el aire; lo que
yo quise decir es que una mujer que da a luz un niño o una niña estará obligada
a gritar todo el tiempo, para a continuación no parar de reír, llorará por la
criatura, le pegará, le amará… Eso es él ser madre y volverse loca.
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