viernes, 22 de mayo de 2015

"APRENDIENDO A VIVIR EN UN NUEVO MUNDO" Por Ruth Ross

SILENCIO (N° 127)
La paz llega, está, se mantiene, pero solo la encuentro desde el silencio más hondo y profundo.
Desde aquel lugar, en aquel punto único y exclusivo en el que todo el afuera deja de tener sentido para mí, incluyendo mi propia mente. Los ruidos del exterior son solo eso, ruidos que pasan tan
rápido y vertiginosamente cual si fueran miles de pájaros volando en el cielo más arremolinado.
Los autos aceleran su marcha, los vecinos gritan, mis hijos ponen música, las sirenas se oyen a lo lejos, pero en lo personal, nada logra sacarme de esa paz increíble que se traslada desde mi interior.
¿Cómo explicarte el silencio cuando te estoy hablando de distintos murmullos a mí alrededor? ¿Cómo explicarte que esta intensidad lumínica viene desde lo más profundo e intenso de mí?
¿Es fácil lograrlo? Te diría que conlleva todo un gran trabajo. Quisiera poder llegar a esos estados siempre, pero aún estoy aprendiendo tal cual lo haces vos, vos y vos. En este plano terrestre soy un simple ser humano dando pasitos para la evolución. Trabajando mucho para lograrlo, eso sí, pero muchas veces tengo que volver a empezar. Siendo totalmente consciente ya de que un tropezón no es caída y de que siempre me tengo que volver a levantar para continuar creciendo. Si hay algo que aprendí, es que continuamente tengo que lograr renacer como el ave fénix, muriendo y renaciendo de mis propias cenizas. Ciclos tras ciclos de aprendizajes. Uno tras otro van llegando y yo aquí los espero.
En este viaje de crecimiento, voy navegando por las aguas y sintiendo a dónde está mi quietud interna y personal.
Entonces, miro apenas de soslayo el ruido que hacen los demás y sigo mi rumbo y mi recorrido transitando hacia otra dirección.
A veces la rueda de aprendizajes me sitúa en lugares por demás contaminados, donde es imposible, casi te diría, encontrar el espacio a donde el silencio traiga la calma sanadora a mi interior, entonces intento sobrevolar como un águila y tomar consciencia de que es aquello que realmente quiero o no para mi vida. Y sé positivamente que hay cosas que ya dejo y continuaré dejando afuera.
Todo aquello que atrase mi proceso. Todo lo que no respete mis creencias, mi forma de ser, mi forma de vida… ya no tiene lugar en mí y para mí.
Elijo solo la felicidad. La felicidad que nace de la simple observación de esa paz que me trae el silencio interior. Que nace de ser consciente del todo, de ver a la naturaleza como una parte de mí, y reconocerme como parte de ella. De ver al Universo como parte de mí y reconocerme como una parte integrante de la totalidad.
Y entonces, en mi elección quedan relegados los distintos métodos de distracción que la oscuridad utiliza para ganar terreno convirtiendo a las personas en zombis, mirando y escuchando permanentemente todo lo malo y convirtiéndose en un terrible apéndice del miedo y de la destrucción. Sin darse cuenta, van siendo carcomidos por esa energía oscura y a su propia luz le cuesta mucho empezar a brillar.
Pero… ¿Qué pasaría si cada uno de esos individuos  pudiera volverse consciente? Si pudieran entender que las radios, los televisores y aquellos que solo se les acercan para hablar de violencia o tragedias o victimizaciones, o culpabilizándolos,  deberían quedar por completo erradicados de sus vidas.
¿Qué pasaría si todos los individuos cerraran por completo las puertas a la oscuridad y decidieran abrir su corazón para realmente ser? ¡Si por unos minutos cada día, lograran empezar a respirar en forma totalmente consciente! ¡ Si pudieran sentirse y sentir, si pudieran escuchar “el silencio” y entonces lograrían por fin encontrarse!.
Ese es mi deseo. Una humanidad que dentro de su silencio interno puedo encontrar su paz, pueda encontrar su felicidad, y desde ese silencio logre trascender  en el camino de la evolución terrestre.

Namasté

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