LA PAZ PERFECTA (Nº 94)
Había una vez un Rey que ofreció un gran premio a aquel artista que
pudiera captar en una pintura la paz perfecta.
Muchos artistas lo intentaron. El Rey admiró y observó todas las
pinturas, pero solo hubo dos que a él realmente le gustaron y tuvo que escoger
entre ellas.
La primera era un lago muy tranquilo, era un espejo perfecto donde se
reflejaban unas plácidas montañas que lo rodeaban.
Sobre estas se encontraba un cielo muy azul con tenues nubes blancas.
Todos los que miraron esta pintura pensaron que esta reflejaba la paz perfecta.
La segunda pintura, también tenía montañas, pero estas eran escabrosas
y descubiertas. Sobre ellas había un cielo furioso del cual brotaba un
impetuoso aguacero con rayos truenos. Montaña abajo parecía el retumbar un
espumoso torrente de agua.
Todo esto no se revelaba para nada pacífico.
Pero cuando el Rey observó cuidadosamente, vio tras la cascada un delicado
arbusto creciendo en una grieta de la roca. En este arbusto se encontraba un
nido.
Allí en el rugir de la violenta caída de agua, estaba sentado
plácidamente un pajarito en medio de su nido... Paz perfecta.
El Rey escogió la segunda.
Y explicó a sus súbditos el porqué: Paz no significa estar en un lugar
sin ruidos, sin problemas, sin trabajo duro ni dolor. Paz significa que a pesar
de todas estas cosas permanezcamos calmados dentro de nuestro corazón.
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