APRENDIENDO A VIVIR EN UN NUEVO MUNDO Por Ruth Ross
COMPARTIENDO MI AHORA (Nº 94)
¿Cómo empezar mi columna de este mes? Quizás contándote que estoy
viviendo un período más que profundo, duro y difícil en mi vida.
Para vos que me lees mes a mes, recordarás que toda mi familia vive en
Israel, (y si tomas esta revista por primera vez, te estás enterando) y que en
octubre de 2010 estuvimos allí, Sergio, Iara (nuestra hija menor) y yo. Bien,
en ese momento a mamá le detectaron que tenía cáncer. Estando allí, logré cerrar un círculo desde
el amor más profundo; pude hablar mucho con mamá y papá, tanto de lo que podían
comprender a un nivel consciente, como de aquello que va más allá de nuestras
mentes, egos y pensamientos. También les di a ambos el primer nivel de Reiki.
Desde que supe la enfermedad de mamá, comprendí también que esa era la
oportunidad que el Universo me estaba dando para despedirme y que nunca la volvería
a ver de cerca físicamente. La última imagen que quedó grabada en mi retina es
la del auto de mi cuñado arrancando con nosotros a bordo rumbo al aeropuerto
para regresar a nuestro país, mientras que mamá corría por las escaleras
intentando que no la viéramos y yendo a buscar a papá que lloraba en un rincón
escondido.
Lo que siguió fue una serie de ocho largos, crueles y devastadores
meses de quimioterapia. Luego pareció que hubo una mejoría, y de pronto…
encontraron que había algo más… y recetaron tres nuevos meses de quimio. Para
ese momento, el ser de mamá se me apareció y
me expresó su amor, y me pidió que no la sometieran a ninguna quimio,
puesto que había decidido partir y la
quimio no iba a ayudarla, sino todo lo contrario, por lo que pedía que
se la dejara disfrutar de la vida. Yo hablé con mi familia y les dije que no le
hicieran nada, pero no se puede ir contra las creencias de que todo se cura con
la medicina tradicional. Fueron otros
tres meses muy duros, y cuando llegaron a la última sesión, felices porque en
teoría mamá estaría curada, se enteraron de que el tratamiento, en vez de
mejorar la situación, la había situado en un lugar de no retorno. Desde lo
humano averigüé que posibilidades habría para viajar, que por supuesto fueron
nulas. Para colmo desde hace meses, la comunicación
telefónica se ve obstaculizada desde todos los lugares, evitándome
poder hablar con cualquiera de mis familiares. Es una cuestión energética, lo
sé. Tengo que estar cerca, pero desde otro plano.
Hasta hace cerca de un mes y medio, nos veíamos con la camarita y
hablábamos o nos escribíamos. Ella aún estaba consciente, papá intentaba
disimular para cuidarla y cantaba y hacia chistes… Pero de pronto y tan rápido
como su ser me anunció que ocurriría, se vino abajo. Nunca más pude volver a
verla. De golpe estuvo dos días dormida profundamente, le daban horas… Mi
hermana me iba poniendo al corriente con mails de cómo seguía la situación y,
en ese momento, me puse a llorar a los gritos y le decía a Sergio que ni
siquiera me había podido despedir. Y fue en ese instante cuando sonó el
teléfono y era mi papá, y mientras yo pensaba que era para anunciarme el
desenlace, la realidad fue que mamá se había despertado para hablar conmigo, y
entonces nos pudimos despedir.
La situación actual, en este aquí y ahora, muestra a mamá en su fase
más que terminal, internada. Y tengo que lograr mantener mi equilibrio en toda
esta situación.
¿Cómo se vive este proceso a la distancia? No es fácil… A veces me
despierto de madrugada y ya empiezo con las visualizaciones constantes y un
gran trabajo de apoyo y asistencia. Por momentos siento agotamiento, dolor de
mi cuerpo, otras siento mucha angustia… Hay días y días en los que no tengo
ningún tipo de noticias ya que mi hermana corre todo el tiempo para atender a
mamá y a papá y no tiene tiempo de escribirme. Trato de vivir el aquí y el
ahora. Continúo trabajando como terapeuta, sin olvidarme que la vida siempre
continúa, aunque una cosa es estar allá poniendo el cuerpo a la situación y
otra muy diferente es estar a la distancia, y ante todo, me niego a velar a
nadie por adelantado.
Por supuesto que también en el proceso lloro mucho, mucho, mucho. A veces me siento como una niñita muy pequeña
llamando a su mamá, pero, básicamente...creo que por el momento lo estoy
sobrellevando.
También siempre supe que esta
gran vorágine de purificación lleva a que muchas personas estén partiendo
o vayan a partir y que esto es inevitable, porque es una decisión de cada alma
estar o no estar en estos tiempos.
Por último quiero decirte que estoy segura de que mamá estará bien
cuando se vaya, que estará libre por fin,
en la paz y la felicidad eternas.
Gracias por compartir este momento conmigo.
Nota: Esta columna fue escrita en
el mes de julio, para que entrara en la revista de agosto. Ya cuando salió la
revista de agosto en papel a la calle, mamá había partido. Sé que está bien y
en paz, y yo también lo estoy, pero de eso… te contaré el próximo mes.
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