Cierta vez un hombre fue a ver a un sacerdote y le dijo:
- Padre, quiero que diga una misa por mi perro-
El sacerdote se indignó:
-¿Cómo así? ¿Decir una misa por su perro?-
- Era mi perro consentido – le contestó el hombre – Yo amaba ese perro,
y me gustaría que usted dijera una misa por él.
- Aquí no decimos misas por perros – replicó el sacerdote -. Pruebe en
la iglesia vecina. Pregunte si pueden celebrarle un servicio.-
Cuando el hombre estaba por irse, le dijo al sacerdote:
- Es una lástima. Realmente yo amaba a ese perro, iba a pagarle un
millón de dólares por la misa.-
Y el sacerdote dijo:
- Espere un momento, usted no me había dicho que su perro fuera
católico.-
No hay comentarios:
Publicar un comentario