lunes, 2 de junio de 2014

EL MARAVILLOSO DESPERTAR DE LA CONSCIENCIA Por Sergio Lipp



MENTE, CUERPO Y ESPÍRITU O ESPÍRITU, MENTE Y CUERPO     (Nº 115)


Siempre escuchamos frases relacionadas con la importancia de mantener equilibrada la mente para que el cuerpo se mantuviera sano. De allí aquel dicho en latín que dice: “mens sana in corpore sano”. Y siempre, inexorablemente, el hombre moderno colocó el espíritu en el último lugar, como si tuviera menos importancia que el resto, seguramente porque es “lo que no se ve”.
El hombre se comporta normalmente poniendo preponderancia en todo lo que sus sentidos físicos pueden detectar, casi como si el resto no existiera. Y sin embargo, es lo que no se ve, lo que le da sentido al resto, lo que lo sustenta. ¿Qué sería del hombre sin amor, sin consciencia, sin felicidad, en fin, sin sentimientos en general? Y desde otro punto de vista, ¿qué sería de la vida misma, la biológica, sin aire?
La verdad, mis amigos, es que ya llegó la hora de que nos ordenemos, colocando en nuestras vidas, lo que va verdaderamente en primerísimo lugar, que es, en definitiva, cultivar el espíritu.
Debemos comprender que nuestro espíritu es la parte más sabia que tenemos, la que nos acompaña eternamente brindándonos la conexión con Dios, la que nos da la única y verdadera manifestación más perfecta que podamos llegar a tener. No tenemos ninguna posibilidad de hallar la verdad, de obtener paz interior, de lograr armonía  en nuestras vidas, si no comenzamos a vivir dejando que el espíritu nos guíe y nos de las respuestas que necesitamos.
No significa que no podemos vivir priorizando la mente, de hecho gran parte de la humanidad lo hace, sino que no lograremos nunca de esa manera la completud, solo seremos un ser
humano incompleto o lo que es peor, solo meros animales racionales incapaces de “sentir plenamente” como verdaderos seres humanos.
La mente funciona con información que a lo largo de nuestra vida le hemos incorporado y esta información está llena de errores, que para nosotros son la verdad más absoluta. Y la mente no discierne sobre lo que es verdad o no, nos da las respuestas de acuerdo a la información que ha recibido sea esta exacta o inexacta.
Solo desde el corazón podemos hallar la auténtica verdad, el corazón nos lleva a accionar la maravillosa llave de acceso de la consciencia superior que abre la sabiduría del espíritu. Y cuando ello ocurre, uno se siente pleno, diferente, iluminado. Es como sentirse en un estado de bienestar permanente, a veces como de éxtasis, absolutamente incomparable con lo que uno puede sentir en el más intenso y elevado instante de placer o felicidad que nos puede otorgar la mente o el cuerpo.
El estado pleno del espíritu nos hace utilizar adecuadamente la mente, que es la expresión más acabada del mismo, pero para que lo exprese, para que lo exteriorice, no para que funcione como si fuera algo aparte de nosotros mismos.
Exteriorizar el espíritu cada vez en mayor medida, nos acerca definitivamente a la perfección, y no solo nos da paz y armonía, nos da claridad mental para resolver todos los problemas o circunstancias por las cuales tenemos que pasar, encontrando las mejores soluciones para cada caso en particular, que en la mayoría de las veces no podemos resolver buscando entre los pensamientos enmarañados que nos da la mente.
Por último, así como cultivamos la mente llenándola de ideas y pensamientos, muchas veces simplemente para complicarnos nuestra existencia, y además nutrimos el cuerpo con alimentos y agua...
¿Quién nos dijo que no debemos alimentar al espíritu?



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