martes, 27 de octubre de 2015
APRENDIENDO A VIVIR EN UN NUEVO MUNDO Por Ruth Ross
SANANDO NUESTROS PROPIOS FANTASMAS (N° 132)
Corre tan vertiginosamente el tiempo, que los procesos a los que cada
uno de nosotros va siendo sometido cambian casi en un abrir y cerrar de ojos.
En el día de mi ayer real, al momento de escribir estas líneas, justamente
hablaba de eso con Laura, una hermana del camino. Con respecto a eso, le decía
que últimamente escribo mi columna sobre sucesos energéticos vibracionales que
me tocan pasar para mi propio aprendizaje, y que ya cuando la revista va a la
imprenta, esos acontecimientos fueron transformados para dar lugar a nuevos
aprendizajes, mucho más aún al momento en que nuestra revista llega a tus manos
o encuentras la nota en el blog de internet.
De todos modos, siento que todo sirve. Y que aquello que yo viví en
algún período, puede ser tu aquí y ahora, por lo que sé que sigue siendo un
referente para que veas que en estas épocas, todos estamos jugando el mismo
juego.
Así que acá va lo que escribí para compartir contigo: “Si por esas
casualidades, en esta etapa de tu vida te enfrentás a alguna de esas imágenes
de vos mism@ que creías olvidada, sanada o evolucionada. En lugar de
deprimirte, enfermarte o quedarte preguntándote ¿por qué otra vez?, ponte tu
mejor traje de guerrer@ de la luz y comienza a trabajar para sanar.
Los procesos a los cuales nos somete nuestro Ser para evolucionar, son
en muchos casos un desafío para nuestro crecimiento, para ver si estamos tan
sólidos como creemos, si realmente tenemos todo tan claro, y la materia
realmente aprobada con un diez. En estos tiempos no hay medias tintas. Si en la
vida por un examen recibiste un 6; un 7; un 8; o un 9 no interesa ya… La
evolución pide PERFECCIÓN y solo perfección. Se nos está pidiendo brillar con nuestro más grande diez.
Se nos pide que podamos reconocer esa imagen nuestra que nos muestra el
reflejo de nuestra sombra. Esa imagen fantasmagórica que creíamos haber
perdido. Que tomemos en nuestra diestra la espada del Arcángel Miguel y que nos
apresuremos a atravesarla, sin miedo, desde el amor más profundo que podamos
tenernos a nosotros mismos, a todos los que nos rodean, a nuestra Gaia y a
nuestra Humanidad. Se nos pide que logremos soltar por completo cualquier
vestigio de dolor pasado, odio, rencor, mentira, injusticia, autoestima baja…
Que podamos cortar con todo ello desde el amor más profundo e incondicional y
que logremos elevar todas esas emociones que aún estaban molestándonos cual
piedra atada en nuestros pies que no nos deja tomar vuelo. Es el momento de
trabajar intensamente y en silencio, en nosotros mismos. Perdonándonos y
perdonando desde lo más profundo de nuestro ser. Solo así llegará la sanación
de los viejos fantasmas conocidos. Solo así llegarán la liberación y la
ascensión. Solo así la piedra que estaba atada en nuestros pies impidiendo
nuestro avance hacia arriba se soltará dejándonos elevar rápidamente,
ascendiendo cada vez más.
Son momentos de recordar que todo fantasma viene a mostrarnos aquello
que teníamos escondido pero que necesitaba salir a la luz para que lo veamos,
lo reconozcamos y nos hagamos cargo de dar por terminado el ciclo con una real
muestra de amor, perdón y sanación. Para ello es necesario que nos abracemos
con cada parte de nosotros, aún aquellas que nos disgusta encontrar de manera
consciente, y les pidamos que nos enseñen a reconciliarnos, a perdonarnos, a
perdonar y a amarnos, amando cada parte nuestra por sobre todas las cosas como
una bendición divina de nuestro crecimiento.
El recordar que todo lo que hemos vivido, vivimos y viviremos en esta encarnación
ha sido
totalmente pautado por nosotros desde aún antes de encarnar, sirve para
que este proceso sea más liviano teniendo la entrega y la comprensión para traer finalmente la paz
profunda a nuestros corazones”.
Namaste
EL MARAVILLOSO DESPERTAR DE LA CONSCIENCIA Por Sergio Lipp
¿Y LA AUTO-LIMITACIÓN? (N° 132)
Gracias a Dios que tenemos absoluta libertad. La valoro enormemente
porque a mí, como a tantos otros, nos tocó vivir en diferentes épocas en donde
la libertad estaba restringida, donde nos querían imponer que era lo que estaba
bien y que era lo que no lo estaba. Pero para ejercer la libertad, ante todo se
debe tener consciencia y por sobre todo, tener muy en cuenta una palabra mágica
que se aplica a todos los derechos que podamos llegar a imaginar, y que es
R.E.S.P.O.N.S.A.B.I.L.I.D.A.D.
No está bien que porque tengamos mucha libertad no nos impongamos
límites. Porque los límites hacen a los derechos, por ello, la famosa frase que
dice que los derechos de uno terminan a donde comienzan los de los otros. Y parecería
que vivimos en una competencia de quien estira más los límites (que por supuesto
son flexibles y dependen de quien los ejerce), creando una diversidad de pseudo
enfermedades sociales como por ejemplo la de los “Transgresores de límites”. Y
nada puede funcionar en la vida si no nos ponemos límites. No podemos actuar
como adolescentes, sobre todo cuando ya no lo somos.
Parecería por ejemplo que porque muchas cosas son gratis, como las
redes sociales e internet, muchas personas se creen con la obligación de
opinar... y opinar... y opinar, aun cuando no tengan ni la menor idea de lo que
se trata, menos aún tener una opinión formada de algo.
El hecho es opinar por opinar y otros, en igual medida les contestan, y
así pasan su tiempo indefinidamente creando lo que para mí es otra pseudo
enfermedad que di en llamar
“Opinología”.
¡Si se pudieran dar cuenta del derroche de energía que hacen! ¡De como
malgastan su tiempo! ¡Si pudieran comprender que los grandes hombres siempre
nos han enseñado y nos enseñan que si no tenemos nada interesante para decir,
no hay nada mejor que el silencio!
Y qué decir de otra enfermedad moderna, la “Telefonía dependencia”, por
la cual el teléfono móvil ha pasado a ocupar el lugar de un hijo electrónico. Y
es así como al ir a una confitería, restaurante o cualquier otro lugar público
se puede observar claramente como el teléfono se ubica siempre al lado de la
persona y si suena de alguna manera, sea un sms, un aviso de llegada de algo de
facebook, un WhatsApp o de cualquier otra aplicación, la mayoría de las
personas dejan automáticamente lo que están haciendo, parando de conversar o lo
que sea, y van presurosos a ver lo que les avisa el teléfono, pasando a ser eso
algo irresistible, y lo peor de todo es que casi instantáneamente contestan
olvidándose por completo de lo que estaban haciendo. Y así se produce un
extraño fenómeno de estos tiempos: LA INCOMUNICACIÓN DE LA COMUNICACIÓN. Todo
se podría solucionar muy rápidamente tan solo si nos auto limitáramos, si cada
cosa tuviera su espacio, su momento y su adecuada atención. Y si tomáramos
verdadera consciencia de cómo son las cosas en verdad. ¿Se imaginan ir a un
restaurante libre, y porque es libre quedarse cinco horas comiendo hasta
reventar? ¿O uno debe comer hasta llenarse? ¿Se imaginan respirar el doble
porque el aire es gratis?
Todo en la vida se basa en una toma de consciencia personal. De la
misma manera que uno no mata, roba, estafa o viola porque está penado en el
Código Penal, sino porque uno tiene
consciencia de que no lo debe
hacer.
Algún día llegará en el cual evolucionemos de tal forma en la que ni
siquiera va a ser necesario que existan reglas escritas que nos impongan
límites por la fuerza, porque nosotros actuaremos de acuerdo a nuestra propia
sabiduría y entonces todo lo demás no hará falta.
Pero para ello falta, por lo cual, por ahora, pongámonos límites, por
favor.
SOY DE LA MADRE TIERRA (N° 132)
Por Arnaldo Quispe (Takiruna)
Soy de la madre tierra cuando participo
del misterio del amor y cuando dejo que este en su estado de pureza sea quién
gobierne mis pasos.
Soy de la madre tierra cuando ayudo al
desamparado, cuando doy de mí como símbolo de reciprocidad, cuando mi compasión
es incondicional.
Soy de la madre tierra cuando respeto al
gran espíritu que mora en cada género de cosa, cuando reafirmo su inteligencia
esencial.
Soy de la madre tierra cuando valoro lo
que soy y doy gracias por cada facultad asignada sin mayores miramientos que la
paz.
Soy de la madre tierra cuando voy en
correspondencia con los elementos de mi cuerpo, siendo éste hecho a su imagen y
semejanza.
Soy de la madre tierra cuando respeto la
vida de mis hermanos los árboles y permito que ellos completen sus ciclos de
vida.
Soy de la madre tierra cuando mis
animales domésticos dejan de ser simples mascotas y pasan a ser mis hermanos
espirituales.
Soy de la madre tierra cuando adopto
huertos, plantas o flores creando en mi propia casa un sentido de armonía con
la naturaleza.
Soy de la madre tierra cuando me honro en
dar ejemplo de sostenibilidad, depositando todo objeto usado o inservible donde
corresponda.
Soy de la madre tierra cuando uso de modo
responsable los recursos energéticos disponibles, ahorrándolos al máximo por el
bien común.
Soy de la madre tierra cuando reciclo
todo lo que uso, haciendo que toda producción humana se reutilice
responsablemente.
Soy de la madre tierra cuando visito las
montañas y respeto la biodiversidad convencido que todo cuanto nos rodea tiene
vida.
INFORMES DE LA NUEVA TIERRA (N° 132)
SALT: UNA LÁMPARA QUE FUNCIONA A BASE DE AGUA Y SAL
Por Loli Rodríguez Villegas (De: www.labioguia.com)
En estos tiempos de tanta tecnología en el aire, parece raro
que todavía queden lugares en el mundo sin acceso a la red eléctrica. Sin
embargo, para muchas familias que habitan diferentes islas en Filipinas este
acceso es un lujo y viven desprovistos de este beneficio. Frente a este
panorama, tres ingenieros filipinos sintieron que no podían quedarse de brazos
cruzados y que era necesario hacer algo para enfrentar esta situación.
Esta imperante necesidad despertó el ingenio y la creatividad
de Aisa y Raphael Mijeno y de Joefrey Frias, que decidieron crear Salt, una
lámpara LED que sólo necesita un vaso de agua y dos cucharadas de sal para
funcionar y alumbrar durante ocho horas.
Salt es una lámpara pero es también una excusa para llevar
adelante un movimiento social que pretende hacer llegar la luz a lugares
inhóspitos e iluminar, literalmente, la vida de muchísimas familias que al día
de hoy viven en la penumbra. Se trata de un conjunto de voluntarios y empresas
que colaboran para llevar adelante este proyecto.
Muchas lámparas son creadas por los voluntarios y luego
donadas a diferentes familias necesitadas. Su objetivo es llegar a cada vez más
familias y lograr dar luz a todos los rincones del país.
Esta lámpara trae consigo muchos beneficios. Por un lado, es
muy accesible económicamente ya que el objetivo del movimiento es que todas las
familias filipinas puedan acceder a ella. Por otro lado, Salt es una alternativa
ecológica al uso de querosén (utilizado en muchos lugares como generador de
electricidad). A su vez, no solo permite alumbrar, sino también cargar
celulares y generar electricidad.
Por último, pero no menos importante, Salt es una alternativa
de energía completamente accesible para quienes viven en estas regiones. La
misma está preparada para que funcione a base del agua salada de los océanos,
un recurso altamente accesible en estas islas.
Por ahora, los líderes del proyecto están concentrando su
fuerza en la fabricación de lámparas y la distribución a las numerosas
comunidades de destino en Filipinas. Hasta la fecha, Salt ha ganado siete
premios internacionales, tanto por la iniciativa empresarial como por la
sustentabilidad del producto. El equipo está actualmente a la espera de
desarrollo de nuevas tecnologías en la misma línea para poder seguir
perfeccionando el invento.
CARTA A ALEJANDRO JODOROWSKY DE SU HIJO ADAN (N° 132)
Querido padre Alejandro, tu que siempre pensaste que llamar a su padre
“Papá” era un error. Que Papá y Mamá
eran las primeras palabras que podía pronunciar un bebé y que llamar a sus
padres así siendo adulto, era mantener preso a sus hijos como niños.
Escribo esta carta públicamente porque quiero que el mundo sepa que el
amor entre padre e hijo existe.
Veo en el planeta cientos de casos con padres ausentes o que no aceptan
a sus hijos como son.
Por eso hoy quiero que el mundo sepa cuál puede ser una verdadera
relación de amor y respeto. Espero le pueda servir a este planeta.
Que sirva de ejemplo para que el mundo se transforme en algo mejor y
dejen de crear guerras que son productos de rabia contenida.
Llamarte Alejandro no me quitó nada, al contrario, no te vi como una
figura emblemática, ni como un ser superior, pero si como un aliado, un ser
lleno de bondad. Llamarte Alejandro es lo más tierno y maravilloso del mundo.
Sentirme diferente de los otros niños me dio un gran sentimiento de
fuerza.
Nunca me educaste con miedo, nunca me pegaste. Me hablaste, me explicaste y te preocupaste
de enseñarme tus pensamientos dejándome libre de ser el que yo tenía que ser y
no el que tu querías que yo sea.
¿Te acuerdas? Te sentabas al lado de mí, leyendo cuentos japoneses para
iniciarme a una filosofía de vida.
Has formado mi mente para prepararme como un guerrero a recibir los
golpes de la vida, a recibir discursos estúpidos, a recibir la imbecilidad humana. Pero me enseñaste también a reconocer la
belleza dentro de la fealdad.
Me acuerdo que un día me dijiste “te voy a enseñar a pensar”. Estábamos en España, de vacaciones en una
isla. Y todas las mañanas me dabas clases para pensar.
Todo padre debería enseñar a su hijo a pensar.
Un niño no es tonto, es como una esponja, lo que le enseñas le queda
para toda la vida y lo necesita. Gracias a eso, me marcaste para siempre.
“¿Qué es Dios? ¿Qué es el Universo? ¿Cuál es nuestra finalidad en este
Universo? ¿De dónde vengo? ¿Hacia dónde voy?
¿Soy un cuerpo con alma o un alma con un cuerpo? Tu verdad es una verdad
pero no la verdad…”
Me enseñaste a hablar como un ser consciente y delicado.
Cuando era niño me hablabas suavemente, como adulto y no me
infantilizabas con voz de dibujo animado. Los padres suelen hablar a sus hijos
como si fuesen muñecos, pero tú, me hablaste como un ser humano.
Luego, me ensañaste a comunicar con los otros y en lugar de afirmar
algo en una conversación, me enseñaste a decir antes de empezar una frase:
“según lo que yo pienso y me puedo equivocar”.
En una pelea, en lugar de acusar al otro, me enseñaste a decir lo que
siento y qué me produce esa discusión.
Nunca me hiciste parte de tus angustias económicas, para que el dinero
no sea un peso para mí.
He vivido en un paraíso. Un niño tiene que ver la vida como un paraíso.
Lo contrario lo convierte en un ser angustiado con miedo a enfrentar su
existencia.
Cuando tenía rabia, en lugar de contenerla, me llevabas por la mano en
el jardín y me hacías destrozar una silla en mil pedazos. No puedes saber la alegría que era para mí
destrozar esa pobre silla. Yo te decía: “pero si la rompo ya no vamos a tener
silla…” Y tú me decías que no importaba, que ibas a comprar otra.
Para ti lo material no tenía ninguna importancia, ningún valor. El único valor que veías estaba en el ser
humano.
En lugar de reprimir mi creatividad, me comprabas pinceles para que
pueda pintar en las paredes de mi cuarto.
Nunca me prohibiste nada.
Cuando hacía un error, hablábamos sobre él y lo arreglábamos.
Confiabas en mí, en mis propios límites que me imponía a mí mismo.
Podía hacer y preguntar de todo. Era un niño y se hablaba abiertamente
de sexo, sin que la moral religiosa nos haga creer que es algo insano.
Y es cierto, todo lo que te pedí y me diste en la infancia, me sirvió.
Absolutamente todo.
No pusiste ningún límite a mi creatividad. Me enseñaste a meditar, me
pasaste libros.
Aunque tú y mi madre se separaron cuando yo tenía 8 años, nunca me
hablaste mal de ella. No intentaste destruir mi mirada de amor hacia ella.
Creaste entre mis hermanos y yo una relación de amor. Sin competencia. Queriendo a cada uno de
manera diferente.
Me ensañaste a pensar, a creer que todo era posible en la vida. ¿Y
cómo?
Te voy a recordar cómo. Un día nos paseamos por las calles en Paris
buscando un par de zapatos, y hasta que no encontraba el par perfecto, no nos
íbamos a dejar vencer. Entramos en quince tiendas ese día, hasta encontrar lo
que realmente quería.
Gracias padre de mi corazón, gracias a eso hoy en día, hasta que no
esté satis-fecho con lo que estoy creando, no me dejo vencer.
Me enseñaste también que cuando no se logra algo, se puede tomar otro
camino que lleve a lo que deseas.
Cuando me tropezaba en la calle me decías “¡Samurai!” Para que cada
paso, cada mirada mía en este mundo sea consciente. El Samurai no se distrae nunca. Me siento
vivo Alejandro, tan vivo.
Nunca te vi deprimido, ¿te das cuenta?
Nunca te quejaste ni te dejaste vencer por el peso de la vida. Nunca me
hiciste parte de tus angustias.
Me enseñaste a ser alegre, a pensar que la vida era una fiesta. Me
enseñaste a no fumar cuando los adolescentes empezaban a fumar, me explicaste
que yo era un niño seguro de mí mismo, que no necesitaba un cigarro para
seducir, ser adulto o ser aceptado por los otros. Me sentía fuerte, tan fuerte.
Me enseñaste a amarme, a respetar mi templo, mi cuerpo.
Te vi escribir toda mi vida ocho horas diarias, dedicado a tu arte.
Encontraste el amor a los 75 años, conociste a Pascale, tu mujer. Y es
la historia más bella que he visto en mi vida. Me hiciste creer en la unión de
dos personas.
Ahora tengo fe en la pareja a cualquier edad.
A veces me preguntas: “¿Cómo te sientes mentalmente, corporalmente,
sexualmente, emocionalmente?”
Te comunicas con mí ser entero.
Cuando llego a tu casa, me siento frente a ti y me miras, me cuentas tu
vida, me preguntas sobre la mía e intentas que nuestros monólogos duren el
mismo tiempo.
Que la conversación sea equilibrada.
Que uno no hable más que el otro.
Te preocupas por mí sin invadir mi espacio. Pero me dices siempre que
me amas.
Todo padre tendría que decir a su hijo que lo ama.
Cuando era niño y te ibas de viaje, me llamabas todos los días, aunque
eran dos minutos. Era nuestro trato.
Sentí tu presencia. Siempre sentí que podía contar contigo. Cuando decías algo, lo cumplías y no puedes
saber lo importante que es para un niño que su padre cumpla lo que diga.
Una vez me fui de vacaciones con la escuela, y me sentí tan mal con los
niños, me sentí tan diferente a ellos que te llamé llorando. En la noche misma llegaste con tu coche. Hiciste 400 kilómetros para sacarme del
infierno. Y regresamos juntos la noche
misma. Cantando.
Decías que un niño no debe sufrir, que sus primeros años son sagrados.
Siempre olías mi pelo y mi piel diciendo que olía maravillosamente
bien.
Siempre me dijiste que iba a ser alto, que tenía talento, que era
bello, que era un príncipe.
Me acariciaste, me tocaste, me abrazaste. Fui un ser amado.
En la mañana tocaba a tu puerta y corría a acostarme al lado de ti y me
abrazabas.
Yo, la cabeza sobre tu pecho escuchando tu respiración y tu corazón
latiendo.
Luego íbamos a desayunar en frente de la casa, en un café, y me
hablabas de libros, de cine, de los descubrimientos que hacías, de las nuevas
ideas espirituales que habías pensado.
En este momento estoy llorando de emoción porque nunca me había tomado
el tiempo de decirte todo esto. Eres un padre maravilloso. Mis lágrimas corren, esas lágrimas son gotas
de amor.
Siempre me llevaste contigo en tus conferencias, en tus seminarios, te vi
hacerle bien a la gente, darles sonrisas, calmar miedos.
Hemos colaborado en teatro, en cine, en mis canciones. Qué maravilla
poder crear algo con su familia.
Cuando tenía una duda siempre estuviste presente. Tan presente que hoy
en día si ya no estuvieses a mi lado, escucharía tu voz en mi mente aconsejándome.
Te tengo marcado en mí como un tatuaje para siempre.
Me salvaste Alejandro, en este caos que es la vida, en esta locura
donde vivimos, me mostraste lo más bello.
Me alejaste de todo pensamiento burgués, de toda ilusión, de todo
pensamiento religioso, de toda moral, me ensañaste a no tener límites. Me enseñaste que soy un ser libre. Libre de la locura humana, libre de guerras,
de miedos, me enseñaste que la realidad donde vivimos no es la única realidad,
me enseñaste que mi territorio no es una casa, un país o un mundo, sino el
universo entero, el infinito.
¿Por qué me hacías pintar en las paredes de mi cuarto? Me lo he
preguntado mucho. ¿Por qué dejarme esa libertad de hacer lo que quería en mi
habitación?
Entendí que me enseñabas a crear, a liberar mi mente, vivir sin
ataduras, sin paredes. Esas paredes eran
ilusorias, invisibles y pintándolas podía pasar a través de ellas.
Me ensañaste a hablar, ni poco ni demasiado.
Me enseñaste a respetar el campo energético de los otros.
Me enseñaste a contar con las cartas del Tarot. Y me mostraste que los
símbolos son arte.
Me enseñaste que la vida es mágica y que el milagro está por todos
lados. Me enseñaste que Dios es una energía que nos acompaña, y no un ser
severo inventado por escritores.
Me abriste una cuenta en una librería y gracias a ti descubrí la
poesía. ¡La poesía! Me acuerdo que nos sentábamos todos en la mesa del comedor,
y cada uno de nosotros leía su poema.
Nunca tuviste amigos inútiles, la única gente que entró en tu casa fue
la que querías ayudar o
personas con talento. Poetas,
filósofos, cantantes, doctores, zapateros, santos, todo tipo de gente pero con
alma y contenido. Nunca perdiste tu tiempo en conversaciones vacías.
Nunca te he visto borracho ni drogado.
Solo te vi desarrollar tu mente y tu talento de forma positiva con
finalidad de cambiar el mundo y aportarle algo.
Te sentiste durante años un escritor fracasado, y mira lo que lograste.
A los sesenta años te liberaste de ese sentimiento y publicaste más de treinta
libros, hoy tienes ochenta y cinco años y eres un escritor completamente
realizado.
Todo eso por creer en ti. Qué ejemplo. ¡Cuánta gente no cree en lo que
es, buscando una salida, buscando felicidad sin ver que todo el contenido está
vibrando en ellos desde siempre!
Me hablaste de la vejez como algo bello y gracias a ti disfruto cada
año que cumplo sin temerle a la muerte.
Gracias a ti veo que todo es posible en esta vida, en cualquier
momento.
Veo el amor que tienes en tus ojos, veo el amor en ti cuando me miras,
me amaste y diste tanto que te amo sin límites.
Tú creaste este ser que te está escribiendo.
Tú creaste mi amor hacia ti.
Aplicaste perfectamente esa frase que escribiste y resultó ser
verdadera:
Lo que das te lo das, lo que no das te lo quitas.
Gracias por haberme regalado esta vida.
Tu hijo Adan que te ama.
NO VEMOS LAS COSAS TAL COMO SON, SINO TAL COMO SOMOS (N° 132)
Un hombre visitó una tierra lejana y compró un espejo, objeto que era
absolutamente desconocido para él. Le había llamado la atención, porque cada
vez que lo miraba le parecía ver en su interior la cara de su padre fallecido,
así que lo guardó en un cofre y se lo llevó a su país.
De vuelta en su casa, cuando se sentía triste o preocupado, subía al
desván, abría el cofre y se asomaba en él para ver la cara de su padre, que,
aunque triste y preocupada también, le transmitía confianza y ánimo.
Su mujer, extrañada por aquella conducta, decidió un día que estaba
sola subir al desván y abrir el cofre. Para su sorpresa, vio en su interior la
cara de una mujer que la miraba con curiosidad.
Cuando regresó el marido, ambos discutieron amargamente.
-¡Hombre vil, me engañas con esta mujer! -clamaba ella mirando dentro
del cofre.
-¡Estás loca! ¿No ves que es mi padre? -respondía él asomándose también
al espejo.
-¿Crees que soy ciega? ¡Yo veo claramente una mujer! -contestaba ella
de nuevo.
Como la discusión crecía, decidieron que alguien justo y sabio
arbitrara en la disputa.
Para ello eligieron al sacerdote de la comunidad.
Después de un minucioso examen del asunto, aquel hombre ecuánime miró
al espejo dentro del cofre y declaró:
-Ni aquí está tu padre, ni tampoco hay ninguna mujer ¡claramente lo que
hay es un sacerdote!
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