miércoles, 24 de junio de 2015
EL MARAVILLOSO DESPERTAR DE LA CONSCIENCIA Por Sergio Lipp
PROCESOS DE EVOLUCIÓN (N° 128)
Estamos en plenos procesos de evolución. Quienes venimos
trabajando con esto desde hace tiempo lo sentimos cada vez más claramente.
Nuestro cuerpo, nuestro organismo, está en plena metamorfosis y cada vez somos
más conscientes de ello. Y todo tiene que ver con la verdadera naturaleza del
ser humano. Aquella que nos enseña, que en realidad, somos seres altamente
evolucionados pero con muchas cosas de nosotros mismos dormidas, no activas.
Por ello, nuestro cerebro funciona solo con un 10%, como mucho. Por ello, los
científicos han logrado descubrir el funcionamiento del 3% de nuestro ADN. Y si
todo lo demás, tiene funciones específicas que ya conocemos ¿Tiene sentido que
nos sobre algo? Por supuesto que no, el diseño del ser humano es perfecto en
todos los sentidos, lo que no funciona como tal, es simplemente porque está
dormido.
Para que tengamos una idea más clara, somos como un iceberg,
del cual somos conscientes en un poco más de un 8% y esa parte es en la que
vivimos, la que se ve, la parte visible. Pero en verdad todo el resto está
dentro del agua y nosotros ni siquiera la podemos ver, es más ni siquiera
tenemos la más remota idea de para qué está y cómo funciona. Pero es más aún,
el hombre más inteligente de esta parte, que está en tercera dimensión, a lo
sumo podrá llegar a dominar los secretos de esa parte visible, pero no tiene
posibilidad de adentrarse en la otra parte. Somos seres tan evolucionados, que
esa parte de un poco más del 8%, es la doceava parte de lo que somos en
realidad hasta llegar a nuestra esencia, aquella que está al lado de Dios.
Hoy, sin embargo, algunos ya se zambullen de vez en cuando y
van comprendiendo algo de esa gran parte sumergida. Son quienes están más avanzados
en el camino de la evolución, pero no son más que los otros, simplemente están
llegando primero a la quinta dimensión (que está oculta a nuestros sentidos).
Es una rara paradoja vivir en la Tierra, ya que coexisten
tres grupos de personas. Los que se mueven integralmente en la tercera dimensión,
para quienes solo existe lo tangible, los que ya están transitando la cuarta
dimensión, que es como un puente de unión, y ya están aquellos que están
saliendo del puente y comienzan a transitar la quinta dimensión. Pero la vida
cotidiana, sigue siendo en la tercera dimensión.
¿Cuál es la diferencia? La diferencia es la distinta
apertura de consciencia. Es la posibilidad de ver las cosas como son en
realidad, la de ver cosas más allá, la de comenzar a tener una diferente comprensión.
Es como que en la tercera dimensión vemos todos el árbol, pero en las otras
comenzamos a ver el bosque. Es como utilizar un auto, en la tercera dimensión
lo utilizamos como los autos de la vieja tecnología, tipo Renault 12 o Ford Falcón,
y en realidad, el auto viene equipado desde hace mucho con tecnología de última
generación, totalmente computarizado, pero esas funciones están escondidas
hasta que nosotros comencemos a estar preparados para utilizarlas y recién allí,
comenzar de a poco a ir aprendiendo como usarlas. Eso es estar en la quinta dimensión.
En la tercera nos tenemos que fijar el reloj que nos marca cuanto combustible
tenemos y cuando la aguja baja sabemos que tendremos que cargar nafta. En la
quinta la computadora de a bordo nos indicará para cuantos kilómetros nos
alcanzará el combustible y todo esto de acuerdo a las distintas velocidades que
llevemos el vehículo.
Es un mismo mundo, pero lo vivimos de otra manera. Pero tenemos que tener en cuenta, que el
camino de la evolución, es el mismo para todos, solo que la inteligencia
divina, respeta a rajatabla los distintos tiempos de cada uno.
APRENDIENDO A VIVIR EN UN NUEVO MUNDO Por Ruth Ross
COMPÁS DE ESPERA (N°128)
Para cuando esta nota salga a la luz todo lo que acá relato ya será
algo más para contar en
nuestras vivencias, tanto personales como familiares, y siempre de
crecimiento y evolución. Lo cierto es que ya desde fines del mes de abril y
hasta un cierto tiempo del mes de mayo, hemos estado casi como “congelados”,
“invisibles” o el adjetivo que se te pueda ocurrir. Nos mantuvimos alineados
durante ese período dado nuestro trabajo espiritual y ocupando nuestro tiempo;
en el caso de Sergio en pintar nuestra casa y en el mío, en ser canal de
murales que ahora pasaron a formar parte de las paredes de nuestro hogar. Hacia
fines de abril escribí lo que sigue a continuación: “Mis guías y mi Ser
Superior me dicen que estoy en un período de “compás de espera”. ¿Qué significa eso? Significa FLUIR y entregarnos completamente confiados sabiendo
que todo está en perfecto orden divino y que la excelencia está y se manifestará
en el momento sublime para el cual el Universo todo, tiene contemplado que
aquello que es, tome la forma para ser realizado en completud. Mientras tanto
solo resta despojarme de mi mente, de mi ego y personalidad y entrar en ese
mundo de alineación total con mí ser único y perfecto, manteniendo un silencio
total desde mí y también evitando escuchar a todos cuantos me rodean. Cualquier
comentario con buena o mala intensión puede lograr hacerme perder mi eje.
Voy intentando aprender a vibrar en la quinta dimensión. De a poco
intento traer a la realidad las manifestaciones creadas por mí, viendo donde
las sincronías abren las puertas para que yo pueda entrar sin ningún esfuerzo.
Tratando de no volver a proceder ya, como lo he venido haciendo en la tercera
dimensión. Mirando atentamente las señales y fluyendo a los dictados de mi
corazón que aparecen a modo de intuición. Los caminos se muestran lejanos aún,
pero las señales van intentando refulgir cual carteles de neón para llamar mi
atención.
Mi vida está mutando, solo que sé que el camino se irá manifestando en
la medida en la que cada uno de mis pasos pueda avanzar. Nunca más de un paso a
la vez. La transformación va llegando, pero de a poco. Y al ir avanzando, nos
iremos dando cuenta que el pasado ha quedado muy lejos y que ya no hay una
vuelta atrás. La marcha hacia lo nuevo tiene que seguir y el próximo paso que
demos nos irá mostrando con mayor certeza como sigue nuestra historia.
Hace años que siento que vivo confiada y entregada y que el “compás de
espera” ha estado presente en mi vida y en la vida de mi familia, pero, en
estos tiempos de quinta dimensión a donde somos totalmente conscientes de
nuestras creaciones, a donde somos responsables de manifestar y traer los
milagros a nuestras vidas, nuestra labor es solamente plasmar nuestra creación.
¿Cómo queremos que siga nuestra historia? ¿Cómo se construye nuestra vida y que
cambios hay que hacer en estos tiempos? Imaginando o visualizando, siendo
conscientes, agradeciendo, repitiendo.
Si he de describir mi estado, casi podría decirte que estoy despojada
de mí y de todo… Sin ganas de nada. Miro
sin ver, sin involucrarme. Vuelo por la vida como observadora sin
participación. Nada me motiva, ni un paseo, ni un programa de televisión, ni
una comida… nada me da un motivo válido para entrar en juego. Si estuviera en
un partido de fútbol, te diría que estoy pre calentando para salir a jugar,
pero aún no ha llegado el momento. Entonces, como mi desafío, mi prueba aún no
comenzó, yo estoy calma, respirando profundo y sintiendo la conexión que me une
a la luz divina. Pero sin participar. Por lo menos sin participar a modo
consciente, puesto que desde otro lugar, mi participación está. La maestra
divina que soy en otro plano está trabajando por mí para la concreción de la
excelencia y perfección de mi nuevo rumbo”.
El ciclo de espera para mi familia y yo terminó. Hemos pasado nuestra
prueba con creces y ahora seguimos avanzando hacia lo nuevo que continuamente
fluye para nuestra evolución.
Si te encontrás en una situación similar a la que acabo de contarte, no
pierdas tu alineación, fluí, se creativ@, respirá profundo, mantené tu conexión con la Fuente, y verás que cuando
termine tu “compás de espera” las manifestaciones de lo nuevo comenzarán a
llegar. ¡Namasté!
LA DIFERENCIA ENTRE CAUSA Y ORIGEN (N° 128)
Un médico caminaba por la orilla de un ancho río. De repente empezó a
oír unos gritos procedentes del agua. Alguien que se estaba ahogando pedía
socorro.
Aquel médico sin pensárselo dos veces se lanzó al agua y después de
hacer un esfuerzo ímprobo, consiguió acercar a esa persona hasta la orilla.
Mientras le prestaba asistencia comenzó a oír nuevos gritos de auxilio. Otro
más, ¿cómo era posible?
De nuevo se lanzó al río y salvó a aquella segunda persona. A pesar del
cansancio y de los frenéticos latidos de su corazón, el médico estaba
satisfecho porque había salvado dos vidas. De pronto, nuevos chillidos lo
sacaron de su estado de complacencia. Un tercer individuo imploraba su ayuda
desde el río.
El médico que estaba exhausto no se planteó nada, simplemente se lanzó
al agua y rescató a aquel hombre. Lo que en ningún momento el médico se imaginó
fue la posibilidad de que hubiese alguien tirando a la gente al río.
La causa del agotamiento del aquel médico era que se pasaba el día
apagando fuegos, solucionando problemas, rescatando gente. El origen el
problema era que había alguien en la parte alta del río que se estaba
encargando de tirar a la gente al agua.
Hasta que ese médico no se las ingenie para encontrar el origen del
problema, las causas de su agotamiento no desaparecerán.
INVESTIGACIONES PARA DAR A LUZ... UN NUEVO MUNDO
AFRONTAR LA MUERTE (N° 128)
(De: www.afrontarlamuerte.org)
(De: www.afrontarlamuerte.org)
Afrontar la realidad de la Muerte Ahora, en este mismo instante, con
una mirada profunda y
valiente dirigida al significado que para nosotros tiene la Muerte como
realidad ineludible, puede ayudarnos a liberar una angustia que mantenemos
latente en algún recoveco de nuestro interior y que nos perturba de forma
inconsciente.
Este acto de reflexión serena puede aportarnos además muchas cosas
positivas, como un replanteamiento consciente acerca de cómo estamos viviendo
nuestra vida, en la manera en cómo nos comportamos con nuestros seres queridos
y con las personas con las que nos relacionamos y darnos cuenta en definitiva,
de si lo que estamos haciendo hoy nos hará sentir bien con nosotros mismos al
final de nuestros días.
Meditar o reflexionar de forma más o menos regular sobre nuestra
impermanencia física trae consigo una mayor claridad mental que nos ayudará sin
duda a tomar decisiones más acertadas a lo largo de nuestra vida. Nos ayudará a
reconsiderar nuestras prioridades y escala de valores, revalorizará de forma
sorprendente todas nuestras relaciones personales y lazos afectivos y nos
aportará una mayor consciencia y felicidad.
La Muerte puede convertirse en nuestra gran aliada para que le saquemos
el máximo provecho a la vida. Gracias a ella podemos quitarnos de encima muchas
preocupaciones absurdas e
innecesarias y centrarnos en todo aquello que verdaderamente merezca la
pena.
Deseamos que el contenido que aquí se expone sirva de ayuda a todo
aquél que sienta temor hacia su propia muerte o sufra la pérdida de un ser querido.
Aquí podrá encontrar una perspectiva positiva, optimista y pacificadora que
creemos podrá reconfortarle.
MUERTE Y VIDA
Bajo este título que habitualmente vemos escrito al revés, con “Muerte
y Vida” decimos una gran verdad. Y es que no hay Vida posible si ésta no viene
precedida de una Muerte. Esto lo podemos ver en infinidad de cosas todos los
días en nuestra vida cotidiana con el mero hecho de observar con atención el
funcionamiento de la naturaleza. Claro ejemplo son las estaciones del año,
todos sabemos que después de un largo y frío invierno aparece como de la nada
una alegre y
floreciente primavera que tiñe los bosques y praderas de mil colores
hasta que su periodo de explosión vital llega a su fin para dar paso al verano
donde toda ésta ebullición de vida alcanza su madurez. El verano muere también
y abre sus puertas al otoño, época de recogimiento que nos prepara para la
llegada nuevamente del frío invierno. Este Ciclo continúo de Vida y Muerte lo
podemos observar en todas partes, en el amanecer de un nuevo día que avanza
lentamente hasta su atardecer y muere en el ocaso para volver a renacer al día
siguiente. Lo vemos en el fruto maduro que cae al suelo y se descompone no sin
antes dejar su semilla para que nazca un nuevo árbol con nuevos frutos…
Nosotros mismo morimos un poco cada día cuando nos acostamos por la
noche y caemos en un profundo sueño reparador que nos permite renacer al día
siguiente con energía renovada y un nuevo ímpetu que nos da la fuerza necesaria
para iniciar la nueva jornada. Todo nace y todo muere, esto es algo tan natural
que simplemente observando lo que sucede a nuestro alrededor vemos con claridad
como la Muerte es parte fundamental de la Vida.
Esta reflexión sobre el ciclo continuo de vida y muerte no solo puede
ayudarnos a dejar de ver el acto de morir como un hecho trágico para verlo como
algo perfectamente natural que sigue las
leyes de una naturaleza de la cual formamos parte, sino que lo más
importante es que nos despierta a la realidad del Aquí y Ahora para que vivamos
el momento presente de manera más consciente. Nos recuerda que cada momento,
cada relación, cada experiencia que vivimos es única e irrepetible y que la
vida merece la pena vivirla con plenitud.
HABLEMOS DE ELLO
En el mundo occidental principalmente existe una tendencia desde hace
siglos y que perdura todavía hoy en gran parte de la sociedad que consiste en
eludir a toda costa hablar de cualquier tema relacionado con la Muerte.
Esta evasión permanente va forjando poco a poco una actitud de rechazo
que nos produce cierta incomodidad cuando alguien nos hace alguna referencia a
la Muerte, tanto es así que a muchas personas les produce un gran malestar
hablar de ello, les resulta desagradable, molesto, como si hablando de ello se
estuviera de algún modo llamando a su puerta. Esta manera de reaccionar es muy
común en nuestra sociedad actual fruto
de una prácticamente inexistente sensibilización sobre este tema tanto
en el ámbito educativo como en el familiar.
Es lógico y comprensible que en las etapas de infancia y juventud
cuando se está lleno de vida y de proyectos personales no apetezca pensar en el
tramo final de nuestra vida, ya llegará su momento pensamos, y en parte no les
falta razón a quienes así piensan, pero sería bueno para todos si de algún modo pudiéramos familiarizarnos con el concepto
de la Muerte y del Duelo ya de niños abordándolo sin tapujos y con naturalidad.
Cuando se nos muere una mascota por ejemplo, esto puede ser una
oportunidad para hablar de ello con nuestros hijos en lugar de eludir el tema o
minimizarlo. Tampoco hace falta profundizar en exceso ni utilizar palabras extrañas,
podemos simplemente explicarles que la muerte es una etapa más de la vida, que
no es algo aparte y que todos tarde o temprano llegaremos un día a esa etapa.
Podemos decirles incluso con toda tranquilidad que después de morir nos vamos a
un lugar en el que no hay sufrimiento y en el que se está muy bien. Cualquier
situación es buena para hablar de ello si se hace con naturalidad. Esta actitud
favorecerá a que en el futuro esta persona pueda afrontar mucho mejor la
pérdida de un familiar o amigo y su consiguiente proceso de duelo.
La cuestión es conseguir romper el silencio sobre este tema ya de
pequeños más allá de la simple frase: “cuando alguien muere se va al cielo”,
para que deje de ser un tema tabú y nos resulte menos escabroso tal y como
sucede en muchas otras culturas en las que dan a este tema la importancia que
merece y donde la Vida y la Muerte se entienden como un Todo.
ACOMPAÑAMIENTO
Entendemos por Acompañamiento el hecho de Estar junto a la persona que
se encuentra en los últimos días de su vida permaneciendo a su lado
pacientemente incluso cuando pareciera que no está consciente de nuestra
presencia.
Este Acompañamiento suele darse generalmente por parte de los
familiares y merece la pena recalcar que su sola presencia tiene un enorme
valor emocional para la persona que está en el tramo final de su vida. Estos
momentos tienen tanta o más importancia que el mismo día de su nacimiento, y tener
la suerte de que sus allegados se encuentren junto a él es algo muy
gratificante y favorece de un modo inimaginable para que su partida
transcurra de manera Tranquila y en Paz.
Hay varios tipos de miedos entorno a la muerte, el más común suele ser
el miedo al dolor y al sufrimiento físico que precede a la muerte.
Afortunadamente hoy en día este temor va disminuyendo gracias a unos cuidados
paliativos que consiguen eliminar prácticamente toda sensación de dolor hasta
el mismo momento de expirar.
Pero otro de los temores más generalizados sobre todo por las personas
que están en edad avanzada y que en muchos casos viven solas tras haber perdido
a su cónyuge, es el miedo a Morir Solos. Este miedo resulta mucho más
perturbador en su día a día que cualquier otro miedo y por este motivo resulta
tan importante que los familiares tomen consciencia del incalculable valor que
supone para el enfermo terminal estar junto a él.
En un Acompañamiento es importante tener presentes algunos detalles con
la finalidad de favorecer un clima apropiado a este momento tan crucial. Lo
primero sería tratar de estar lo más tranquilos y serenos posible, respetando
al máximo el ambiente de calma que se perciba en la estancia. No es necesario
reprimir el llanto si éste surge de manera espontánea pero si fuera
descontrolado sería mejor salir unos minutos de la sala para tranquilizarse.
Es muy reconfortante para el enfermo recibir un poco de cariño mediante
el contacto físico como puede ser cogerle de la mano con ternura o acariciarle
delicadamente la cabeza y el pelo. En estos momentos el silencio es lo que más
se agradece así que es aconsejable no hablar por hablar y en todo caso lo más
importante será saber Escuchar. Suelen liberarse cargas emocionales muy
profundas y sinceras.
No conviene forzar ninguna conversación que no surja de manera natural
y tampoco tratar sobre creencias religiosas si la persona en cuestión no las ha
tenido antes y no manifiesta ningún interés en hablar de ello. A veces con la
mejor de nuestras intenciones procuramos darle un consuelo espiritual para que
esté tranquilo y sin querer lo que estamos haciendo es más bien confundirlo o
incomodarlo. Ahora bien si su estado lo permite y manifiesta un claro interés
por hablar del tema, entonces será bueno hablar de ello y compartir nuestras
creencias espirituales.
Podemos aprovechar estos últimos momentos para decir aquello que
todavía tengamos en nuestro corazón y que no hayamos podido o querido hacer con
anterioridad, las palabras de Amor y de Perdón cobran su máxima expresión en
este instante, dejarlas salir será bueno para los dos.
DUELO
Podemos definir el Duelo como un proceso de adaptación emocional que se
inicia tras la pérdida de un Ser querido. Cada uno de nosotros vive esta
experiencia de un modo muy particular debido a que influyen muchos aspectos personales,
emocionales, afectivos, psicológicos, culturales que hacen que resulte en vano
cualquier intento de comparación.
Nadie debe sentirse culpable por superar un proceso de Duelo mucho
antes o mucho después que otra persona, el tiempo destinado a este proceso no
significa en modo alguno querer más o menos a la persona fallecida y cada uno
lo asimila y exterioriza a su manera. No obstante sí que podemos detallar
algunos aspectos que nos relacionan con el fallecido y que nos indican el tipo
de Duelo al que nos enfrentamos.
VÍNCULO EMOCIONAL
Hay personas con quienes existe un fuerte lazo emocional a pesar de no
ser parte integrante de la familia y por consiguiente el proceso de Duelo puede
ser incluso más intenso que con el de un familiar. Grado de dependencia. A
mayor dependencia emocional y afectiva, mayor intensidad en el proceso.
Vigencia en la relación. Si con la persona fallecida se tenía un fuerte lazo
afectivo pero se trataba de una relación antigua (amigos de la infancia,
compañeros de trabajo, etc.), el impacto al recibir la noticia de su muerte
puede ser importante pero el proceso de Duelo será mucho menor en intensidad y
duración. Edad del fallecido. Es especialmente complicado superar los procesos
de Duelo cuando se trata de niños pequeños y personas muy jóvenes.
Circunstancias del fallecimiento. Las muertes que sobrevienen de forma
inesperada provocan un mayor impacto emocional sobre todo en las primeras fases
del Duelo. Recuperación del cuerpo. Cuando se produce un siniestro en el que no
aparecen los cuerpos o se imposibilita su recuperación, se incrementa
notablemente la dificultad en la aceptación y superación de esa pérdida.
Los psicólogos nos hablan de 5 Fases o Etapas por las que transcurre el
proceso de Duelo aunque es importante mencionar que si bien es cierto que en la
mayoría de casos suele producirse esta secuencia de fases con un mayor o menor
intervalo de tiempo, también es cierto que nada hay prescrito en este tema y
por lo tanto siempre puede haber personas que vivan este proceso de un modo completamente
diferente al habitual.
LAS 5 FASES:
1.- Negación. Esta fase suele asociarse a las muertes repentinas e
inesperadas con las que solemos quedarnos en estado de shock al recibir la
noticia. No podemos creer ni asimilar en ese mismo instante lo que nos están
diciendo. No lo creemos posible, es como si no nos estuviera pasando a
nosotros, a menudo no se produce ninguna reacción, el desconcierto es absoluto.
En esta primera fase a menudo se suele aparentar a modo de protección interna y
externa un estado de aceptación que en realidad todavía no ha llegado.
2.- Enfado. Tras el shock surge el enfado, la culpa, pensamos en todo
lo que podríamos haber hecho y no hicimos, daríamos lo que fuera para volver
atrás y tratar de evitar lo sucedido. Es una etapa marcada por los sentimientos
de rabia y no se suele estar muy receptivo a las palabras de consuelo. Será
bueno expresar las emociones, desahogarse y sacar todo lo que se tiene dentro.
3.- Negociación. Después del enfado y de buscar culpables, comenzamos a
ser conscientes de la realidad de los hechos y de que no hay vuelta atrás. Esta
pérdida además de conmocionarnos nos ha creado una desorganización personal que
deberemos ir recomponiendo para encontrar la manera de encajar la nueva
situación tanto a nivel interior como con nuestro entorno.
4.- Depresión. Es una etapa especialmente dolorosa puesto que sentimos
un enorme vacío que nos produce mucho sufrimiento. La tristeza puede llegar a
ser tan profunda que es relativamente fácil caer en una depresión. Esto forma
parte del proceso y será bueno que las personas que nos rodean y apoyan lo comprendan
y nos den tiempo. No obstante si la situación se estancara podría resultar
necesaria alguna ayuda profesional para poder seguir avanzando.
5.- Aceptación. Esta fase implica una plena aceptación de la pérdida y
en muchos casos supone un verdadero renacimiento como persona. Superar no es
olvidar. No olvidaremos jamás a esa persona y siempre la mantendremos viva en
nuestro corazón. Su recuerdo ya no nos crea dolor ni sufrimiento, más bien al
contrario, puede en todo caso fortalecernos y ayudarnos a afrontar situaciones
difíciles de nuestra vida. Hemos encontrado un lugar muy especial en nuestro interior
para esa persona y ya estamos listos para seguir adelante con nuestro camino.
Cabe destacar la enorme complejidad e intensidad que supone la pérdida
de un cónyuge o un hijo. Probablemente es la prueba más dura a la que cualquier
persona pueda enfrentarse en la vida. Los sentimientos pueden ser tan
desgarradores que nadie que no haya pasado por una situación similar tiene la
capacidad para comprender lo que supone este sufrimiento. A muchas personas les
puede resultar de gran ayuda acudir a grupos de apoyo con personas que hayan
pasado o estén pasando por una situación similar. Compartir experiencias,
sentimientos y emociones con quien haya pasado por esto puede resultar muy
consolador y muy liberador.
Las creencias religiosas y espirituales pueden servirnos de consuelo si
creemos en la existencia de un Más allá en el que podremos reencontrarnos con
nuestros seres queridos. No obstante esto puede resultar contraproducente si lo
que se consigue es distraernos del momento presente y de la necesidad de tener
que afrontar el proceso de pérdida.
RELIGIÓN Y FE
La historia de las religiones es tan antigua como la misma existencia
de la humanidad. El hombre desde siempre se ha sentido muy vulnerable e
insignificante frente a los fenómenos naturales, cualquiera que haya
presenciado una fuerte tormenta con sus ensordecedores truenos, los relámpagos,
el viento soplando con fuerza… Es algo tan imponente que no es de extrañar que
en épocas antiguas estos fenómenos se atribuyeran al enfado de un Ser Supremo
que habitaba en los cielos. Así hemos estado miles de años tratando de agradar
a los Dioses con todo tipo de rituales para que nos concedieran prosperidad y
evitar su ira y poder destructivo.
Con el transcurso de los siglos la ciencia se fue abriendo paso entre
tanta ignorancia y nos fue
desvelando uno a uno todos los misterios fenoménicos. Paralelamente a
la evolución de la ciencia, aunque mucho antes, llegaron los grandes maestros
espirituales como Jesús, Buda, Mahoma, Lao Tsé… impulsando el lado espiritual
de la humanidad y originando las diversas religiones que se extienden hoy día a
lo largo y ancho del planeta. De tal modo que las respuestas que no consigue
darnos la ciencia respecto a las cuestiones existenciales, nos las da la
religión en sus diferentes versiones, aunque eso sí, no se trata de respuestas
empíricas, son respuestas que requieren de la Fe.
Y la Fe es esa creencia firme que se tiene sobre la existencia de un
Orden Superior que lo rige Todo y que nada tiene que ver con ese Ser al que
adorábamos temerosamente en la antigüedad. Tener Fe es creer en una Fuerza
Creadora amorosa y armoniosa a la que llamamos de muchas maneras cada uno según
sus creencias, Dios, Alá, Brahama, Amor, Consciencia Colectiva, Energía Cósmica…
el nombre que utilicemos para referirnos a ella no es importante, lo importante
es el hecho de creer en ella, de saber que hay algo más por encima de nosotros,
que nacimos de ella y que al finalizar nuestro camino regresaremos a ella.
No es necesario seguir ninguna religión en concreto para tener Fe,
Religión y Fe no tienen por qué ir necesariamente juntas. Si bien es cierto que
todas las religiones basan su credo en la fe, hoy en día es muy habitual
encontrar a personas no religiosas que sí tienen fe en algo que está por encima
de ellos aunque no sepan muy bien cómo definirlo. La Búsqueda de nuestra propia
Verdad es fundamental para no caer en una fe ciega a las enseñanzas que
recibimos de pequeños o a lo que nos dicen que tenemos que creer puesto que
ello no sería Fe, sería pura Credulidad.
También están las personas agnósticas o ateas. Ellas o bien niegan la
existencia de un Dios como entidad superior o bien tienen tantas dudas al
respecto que prefieren mantenerse al margen. Toda creencia o no creencia es muy
respetable inclusive la de quienes niegan también la existencia del alma. La
mentalidad cartesiana no deja de ser en realidad otro sistema de creencias
basado en hechos y pruebas en el que se excluye todo aquello que no pueda ser
demostrado
científicamente. Para estas personas la muerte es un Final sin más. A
quien este vacío o salto a la nada le produzca terror, miedo obsesivo
(tanatofobia), mucha angustia o ansiedad, quizás sería bueno que recibiera
algún tipo de orientación espiritual o que indagara un poco más sobre las
diversas corrientes espirituales que existen en el mundo.
La Búsqueda de la verdad a través del Razonamiento mental puede
llevarnos también a la aceptación de la existencia de un alma inmortal que no
está sujeta a las leyes de la materia y que sobrevive a la muerte biológica del
cuerpo físico.
Se han realizado varios estudios que permiten afirmar que aquellas
personas que tengan una u otra creencia espiritual o religiosa, todas son
buenas en este sentido, o simplemente con el poder de su Fe, afrontarán la
Muerte con mucha más Paz y Serenidad que aquellas que no la tuvieran.
La fe no se puede forzar ni simular, se tiene o no se tiene aunque en
muchas ocasiones personas que nunca antes la habían tenido, debido a alguna
experiencia vivida o como resultado de su propia búsqueda, les surge de repente
una Fe sincera que les cambia la perspectiva de sus vidas por completo.
MÁS ALLÁ
Por Más allá nos referimos a lo que viene después de la muerte. Para
hablar de ello es importante respetar las creencias religiosas de cada persona,
todas ellas son perfectamente válidas si lo que nos aportan es Esperanza y
Confianza en lo que vendrá después.
Para describir los instantes siguientes a la muerte física podemos
remitirnos al testimonio que nos han dejado los millares de personas que han
tenido una Experiencia Cercana a la Muerte. Todos ellos coinciden en una serie
de descripciones como son la sensación de paz que les inunda por completo, su
perfecta claridad de pensamiento, una gran ligereza corpórea y en la aparición
de un camino, sendero o túnel que se abre frente a ellos al que se dirigen con
el anhelo de querer alcanzar la radiante Luz que se vislumbra al final.
Esto lo hemos escuchado cientos de veces y no tenemos por qué dudar de
estos testimonios puesto que narran su experiencia de forma totalmente desinteresada
y que provienen además de muy diferentes ámbitos sociales, culturales y
religiosos. Sin embargo no tenemos testimonios de personas que hayan regresado
del estadio siguiente al final de ese camino que de algún modo parece la
antesala a algo más…
Veamos que dicen las cuatro religiones mayoritarias sobre este tema:
El Cristianismo nos habla de la Resurrección tras la muerte. Jesucristo
sacrificó su vida para liberar al hombre de sus pecados, así todo cristiano
arrepentido y absuelto de pecado mediante confesión antes de morir, una vez
fallezca será recibido por Cristo en el Cielo, lugar en el que permanecerá
junto a él lleno de dicha y felicidad para toda la eternidad.
La Biblia nos habla de un estado transitorio intermedio denominado
Purgatorio en el cual quienes hayan cometido pecados leves no confesados o
graves y confesados en vida pero sin haber cumplido toda la penitencia, deberán
purificarse permaneciendo allí durante un determinado periodo de tiempo
sufriendo la lejanía de Dios hasta que se limpien sus almas y se les permita su
entrada definitiva en el Cielo. Los vivos pueden ayudar mediante la oración a
que estos difuntos pasen menos tiempo en el Purgatorio. Por último está el
Infierno, lugar al que irán todos aquellos que mueran en pecado grave sin estar
arrepentidos y los que no quieran recibir el perdón de Dios en la confesión. El
infierno supone un castigo eterno y sin posibilidad de Salvación.
Para los musulmanes seguidores del Islam, la otra gran religión
monoteísta, sucede algo parecido que con el Cristianismo aunque ellos al Cielo
lo denominan Paraíso y no tienen un equivalente al Purgatorio. La Salvación
solo puede conseguirse mediante la misericordia de Alá y para ello se deberá
creer en un solo Dios, en sus escrituras sagradas y en el profeta Mahoma, pero
aun así solo se podrá entrar al Paraíso si es la voluntad de Alá. Se Salvarán
todos los niños que mueran antes de alcanzar la edad de la pubertad
independientemente de la fe de sus padres y de los pecados que hayan cometido
por considerarse que no son todavía responsables de sus actos.
Están también las dos religiones orientales con más adeptos que son el
Hinduismo, politeísta y la más antigua de todas y el Budismo, no teísta y a la que
ellos mismos prefieren denominar como filosofía más que religión. Las dos son
muy diferentes entre sí pero ambas nos hablan de la Reencarnación como mecanismo
necesario para la evolución del espíritu de cada persona, es decir que después
de morir encarnamos de nuevo en otro cuerpo para seguir expiando nuestras
culpas y pecados e irnos purificando poco a poco a medida que vamos
desarrollando y mejorando nuestras cualidades humanas.
Este ciclo de reencarnaciones no cesará hasta que limpiemos por
completo todas nuestras imperfecciones e impurezas y sean transmutadas en Amor
y Bondad. Podemos tener que emplear cientos de vidas para conseguirlo, pero una
vez alcanzado ese grado de pureza espiritual nos habremos convertido en Seres
de Luz y quedaremos libres de la necesidad de tener que regresar una y otra vez. Solo entonces podremos volver
a la tierra de manera voluntaria si así lo deseamos y con el único propósito de
ayudar a los demás en su camino evolutivo. También están los Guías Espirituales
que nos ayudan desde otro plano de la existencia y que en su día vivieron
también aquí como seres humanos.
Estas cuatro creencias religiosas son las que actualmente tienen más
seguidores en todo el mundo. Todas ellas tienen sus propias escrituras, libros
sagrados, pro-fetas, maestros y santos que nos iluminan para que seamos mejores
personas ante las tribulaciones de la vida. Por eso es importante recalcar que
todas ellas son buenas para el ser humano siempre que se comprendan
correctamente y no se caiga en posiciones extremas. Lo verdaderamente
importante es que cada uno siga las creencias que le aporten un mayor estado de
Paz y de Esperanza.
Quienes sientan un miedo irracional hacia su propia muerte podrían reflexionar
sobre lo que proclaman todas las creencias religiosas y espirituales del mundo
entero, a pesar de sus muchos matices y discrepancias entre ellas. Todas ellas
coinciden en que el alma sobrevive a la muerte del cuerpo físico, en que es
inmortal y eterna, que nunca morimos y solamente cambiamos de estado para
recuperar nuestra esencia más pura.
KARMA
En las últimas décadas se ha producido un importante incremento en la
sociedad occidental de personas interesadas en algunas ideas y conceptos
procedentes de creencias orientales por considerar que responden a una serie
cuestiones relacionadas con la Muerte de manera más afín a su pensamiento.
Cabe decir que el interés que suscitan estos conceptos no tendrían
porque entrar en conflicto con las creencias religiosas que uno ya tiene,
pueden ser valoradas como una posibilidad más a tener en cuenta.
Alguna de las conclusiones a las que se suele llegar cuando se
reflexiona sobre la muerte y su devenir es la injusticia que supondría el hecho
de que en una sola vida, que en ocasiones puede ser muy corta, se decidiera
algo tan importante como es el destino eterno para un alma, teniendo en cuenta
además que no todas gozan de las mismas oportunidades. Es decir, hay quien
viene a este mundo en un entorno familiar favorable, acomodado, con bienestar y
educación. Y en cambio otros nacen en un entorno familiar muy desfavorable
rodeados de miseria y desesperación. Son estas situaciones tan diferentes unas
de otras que para muchos resulta incomprensible e
inaceptable que se juzguen sus actos con la misma vara de medir y sin opción
a una segunda oportunidad.
Para aquellas personas que crean o se plantean seriamente la existencia
de la Reencarnación como mecanismo para la evolución del ser humano les será
necesario complementarlo con el concepto del Karma. Ambos son inseparables y
ofrecen una perspectiva conjunta sobre la necesidad de tener que vivir muchas
vidas para experimentar muy diversas situaciones sociales, culturales,
familiares, etc. que permitirán aprender y evolucionar como seres humanos en la
materia antes de conseguir alcanzar la eternidad en el Cielo, en el Paraíso o
el Nirvana.
La palabra Karma se traduce literalmente del sánscrito como Acción,
pero lo que define en realidad este término es la Ley Universal de
Acción-Reacción o Causa y Efecto. Este concepto supondría un elemento esencial
para la comprensión de las aparentes injusticias que se producen en nuestras
vidas cotidianas. Karma significa que toda Acción emprendida por alguien tendrá
tarde o temprano su correspondiente Reacción de manera proporcionada. Esto
sería tan válido para las buenas como para las malas acciones. Se trataría de
una Ley de máxima Justicia Universal a la que todos estaríamos sujetos y que
nadie podría eludir. Esta ley se aplicaría de manera automática del mismo modo
en que actúan todas leyes naturales como la ley de la gravedad y no respondería
a ningún castigo divino sino a una serie de compensaciones naturales que vienen
a equilibrar daños causados.
La mayoría de nuestras relaciones personales más cercanas estarían
sujetas a estos lazos kármicos que en el transcurso de nuestras vidas
deberíamos ir resolviendo. Esto podría explicar muchas situaciones que nos suceden
sobre todo en nuestro entorno familiar así como comprender que la injusticia no
existe en sí misma, que nada sucede por casualidad y que muchas de las
desgracias que padecemos hoy responderían a deudas que habríamos contraído con
anterioridad. Estas deudas podrían provenir incluso de existencias anteriores a
la actual aunque no seamos capaces de recordarlas. También las muertes
inesperadas o a temprana edad responderían a determinados propósitos o
situaciones kármicas.
Quienes asuman como verdaderos los conceptos de Reencarnación y Karma
podrán dar respuesta a muchas preguntas concernientes tanto a su vida como a su
muerte, aceptándola como algo natural y necesario que se repetirá muchas veces
a lo largo de su camino evolutivo para finalmente llevarles de regreso a su
Verdadero Hogar.
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