viernes, 24 de mayo de 2013

"APRENDIENDO A VIVIR EN UN NUEVO MUNDO" Por Ruth Ross

VOLVER A EMPEZAR (Nº 103)



Son tan vertiginosos estos tiempos, tan intensos, que últimamente cada vez que sale publicada mi columna, casi 20 días después de que fue escrita por mí, siento que ya estoy atrasada en mis conceptos.
Todo gira tan rápidamente para transmutar, para sanear, para hacer brillar a nuestro Ser Superior que en un solo parpadeo todo muta y ya nada vuelve a ser como era entonces.
Cada cambio personal o social que veamos, cada quite de máscaras, cada situación por la que debamos pasar, nos va conduciendo cada vez más a terminar de despojarnos por completo de los pesados ropajes del “deber ser”, de las viejas creencias de que todo debe ajustarse a lo que la sociedad nos fue marcando durante tantos eones.
Entonces el Universo, Dios, el Cosmos o como quieras llamarlo, nos invita a “soltar” lastres y a “percibir” desde lo más profundo de nuestro corazón que es lo que se está operando en nosotros como individuos y en la totalidad de nuestro amado Planeta y de nuestra humanidad.
Cosas impensadas van surgiendo, algunas tales como las que ya te he mencionado en algunos números anteriores en esta columna, que tienen que ver por ejemplo con la figura del Papa Francisco y los cambios que ya está marcando en la  Iglesia Católica.
Pero también a nivel mundial se están dando grandes “limpiezas y  depuraciones”, tales como las que en nuestro país se vivieran con las grandes inundaciones de algunos puntos de la Capital Federal y sobre todo de La Plata.
Ante esas situaciones límites, tan duras y tan dolorosas, las personas damnifica das son puestas obligatoriamente a “volver a empezar”… En la mayoría de los casos practican el “desapego”, uno de los más duros aprendizajes que nos toca vivenciar a los humanos, de una manera impensada y obligada. En algunos casos esto conlleva desapegarse de seres queridos que partieron de viaje  eterno, en este caso por la inundación, pero cualquier tornado, tsunami o lo que fuera es lo mismo, y en otros casos, las personas pierden ante estos catastróficos hechos todas sus pertenencias, todos sus recuerdos, sus casas, su confort, su seguridad… Y tienen que de a poco sacudirse su dolor, y volver a caminar. Pasito a pasito, poco a poco para darse cuenta de que están vivos y que tendrán las fuerzas suficientes para volver a desplegar sus alas y volver a ser, pero esta vez siendo totalmente diferentes, dando prioridad a otros valores en sus vidas, seguramente transitando un camino de mucha más sabiduría interior, de mucha más fortaleza.
Estos momentos, llevan a que aquellos que estamos transitando el camino de los guerreros de la luz, observemos y cada vez intentemos soltar más las cosas materiales, cada vez nos pongamos más en los zapatos del otro para intentar darle una palmadita en su hombro o un abrazo que le ayude a sanar su corazón. Nos lleva a tratar de ayudar en la medida de nuestras posibilidades y de acuerdo a la distancia, por supuesto; sea actuando directamente junto a nuestros hermanos o  bien intentando colaborar con ropas, alimentos o cualquier cosa que hiciera falta, así como ayudando en el lugar con cualquier cosa que cada uno de nosotros sepamos hacer. Y, si nos ubica a distancia, simplemente mantener una empatía con los damnificados y concentrarnos en enviarles LUZ, AMOR, FUERZAS… Visualizarlos y en nuestro interior repetir en continuo las palabras: “Gracias, lo siento, te amo” “Gracias, lo siento, me amo”. No importa la distancia, lo único importante en estos momentos terrestres es armar una verdadera RED DE LUZ que ayude a producir mucho más rápido la sanación, la transformación, tanto de  las personas como de los lugares.
En estos tiempos que corren tenemos la obligación de ser totalmente conscientes de que todos somos hermanos, de que todos somos luz y amor y que todos surgimos de la misma semilla celestial. Y desde ese lugar, con esa consciencia amplificada trabajar en el envío de lo que somos para ayudar a sanar.
NAMASTÉ!


No hay comentarios:

Publicar un comentario