LO MEJOR DE "MENSAJEROS DE LUZ"
DECRETO DE NECESIDAD Y URGENCIA
Por Sergio Lipp (Del Nº 68)
Yo, su Padre, en calidad de ser el Hacedor Supremo, decreto
a partir de hoy en carácter de obligatorio para todos los seres humanos, la
abolición de la moderna esclavitud humana; en los siguientes casos, y sólo a
título ejemplificativo (porque el ser humano es capaz de crear siempre nuevas
formas de esclavitud)
Queda abolida la esclavitud al poder, al dinero, al tiempo,
al sexo, a querer tener la razón, a la competencia, a la culpa, a dar lástima,
a la negatividad, a la enfermedad, al alcohol, a las drogas, al cigarrillo, a
los medicamentos, a la mentira, a la superficialidad, a la distracción
excesiva, a la moda, al status, a la hipocresía, al falso orgullo, a la
soberbia, a los celos, a la envidia, a la maldad, a el deber ser, a la guerra,
al rencor, a el ego descarriado, a la apariencia, a la discriminación, a el libertinaje,
a los prejuicios, a la desigualdad, a las críticas, etc., etc.,etc., etc.,
etc., etc., etc., etc., etc.
SABIDURÍA ABORIGEN (Del Nº 58)
MENSAJE DEL GRAN JEFE SEATTLE, DE LA TRIBU DEWAMISH
El Gran Jefe Blanco de Washington nos envió un mensaje
diciendo que quiere comprar nuestras tierras. El gran jefe nos envió también
palabras de amistad y de buena voluntad. Esto es muy amable por su parte, pues
sabemos que él no necesita nuestra amistad. Sin embargo nosotros meditaremos su
oferta, pues sabemos que si no vendemos vendrán seguramente hombres blancos
armados y nos quitarán nuestras tierras.
Pero, ¿cómo es posible comprar o vender el cielo o el calor
de la tierra? Nosotros no comprendemos esta idea. Si no somos dueños de la
frescura del aire, ni del reflejo del agua, ¿cómo podréis comprarlos?
Nosotros tomaremos una decisión. El Gran Jefe de Washington
podrá confiar en lo que diga el jefe Seattle, con tanta seguridad como en el transcurrir
de las estaciones del año. Mis palabras son como las estrellas, que nunca
tienen ocaso.
Cada partícula de esta tierra es sagrada para mi pueblo.
Cada brillante aguja de pino, cada grano de arena de las playas, cada gota de
rocío de los sombríos bosques, cada calvero, el zumbido de cada insecto... son
sagrados en memoria y experiencia de mi pueblo. La savia que asciende por los
árboles lleva consigo el recuerdo de los pieles rojas.
Los muertos de los hombres blancos olvidan la tierra donde
nacieron cuando parten para vagar entre las estrellas. En cambio, nuestros
muertos no olvidan jamás esta tierra maravillosa, pues ella es nuestra madre.
Somos parte de la tierra y ella es parte de nosotros. Las flores perfumadas, el
venado, el caballo, el gran águila, son nuestros hermanos.. Las cumbres
rocosas, los prados húmedos, el calor del cuerpo de los potros y de los
hombres, todos somos de la misma familia.
Por todo ello, cuando el Gran Jefe de Washington nos
comunica que piensa comprar nuestras tierra exige mucho de nosotros. Dice que
nos reservará un lugar donde podamos vivir agradablemente y que él será nuestro
padre y nosotros nos convertiremos en sus hijos.
Pero, ¿es eso posible? Dios ama a vuestro pueblo y ha
abandonado a sus hijos rojos. El envía máquinas para ayudar al hombre blanco en
su trabajo y construye para él grandes poblados. Hace más fuerte a vuestro
pueblo de día en día. Pronto inundaréis el país como ríos que se despeñan por
precipicios tras una tormenta inesperada. Mi pueblo es como una época en
regresión pero sin retorno. Somos raza distintas. Nuestros niños no juegan
juntos y nuestros ancianos cuentas historias diferentes. Dios os es favorable y
nosotros, en cambio, somos huérfanos.
Nosotros gozamos de alegría al sentir estos bosques. El agua
cristalina que discurre por los ríos y los arroyos no es solamente agua, sino
también la sangre de nuestros antepasados. Si os vendemos nuestras tierras
debéis saber que son sagradas y enseñad a vuestros hijos que son sagradas y que
cada reflejo fugaz del agua clara de las lagunas narra vivencias y sucesos de
mi pueblo. El murmullo del agua es la voz de mis antepasados.
Los ríos son nuestros hermanos que sacian nuestra sed. Ellos
llevan nuestras canoas y alimentan a nuestros hijos. Si os vendemos nuestras
tierras debéis recordar esto y enseñad a vuestros hijos que los ríos son
nuestros hermanos y que, por tanto, hay que tratarlos con dulzura, como se
trata a un hermano.
El piel roja retrocedió siempre ante el hombre blanco
invasor, como la niebla temprana se repliega en las montañas ante el sol de la
mañana. Pero las cenizas de nuestros padres son sagradas, sus tumbas son suelo
sagrado, y por ello estas colinas, estos árboles, esta parte del mundo es
sagrada para nosotros. Sabemos que el hombre blanco no nos comprende. El no
sabe distinguir una parte del país de otra, ya que es un extraño que llega en
la noche y despoja a la tierra de lo que desea. La tierra no es su hermana sino
su enemiga y cuando la ha dominado sigue avanzando. Deja atrás las tumbas de
sus padres sin preocuparse. Olvida tanto las tumbas de sus padres como los
derechos de sus hijos. Trata a su madre, la tierra, y a su hermano, el aire,
como cosas para comprar y devastar, para venderlas como si fueran ovejas o
cuentas de colores. Su voracidad acabará por devorar la tierra, no dejando
atrás más que un desierto.
Yo no sé, pero nuestra forma de ser es diferente a la
vuestra. La sola visión de vuestras ciudades tortura los ojos del piel roja.
Quizá sea porque somos unos salvajes y no comprendemos. No hay silencio en las
ciudades de los blancos. No hay ningún lugar donde escuchar cómo se abren las
hojas de los arboles en primavera o el zumbido de los insectos. Quizá sea sólo
porque soy un salvaje y no entiendo, pero el ruido de las ciudades únicamente
ofende a nuestros oídos. ¿De qué sirve la vida si no podemos escuchar el grito
solitario del chotacabras, ni las querellas nocturnas de las ranas al borde de
la charca? Soy un piel roja y nada entiendo, pero nosotros amamos el rumor
suave del viento, que acaricia la superficie del arroyo, y el olor de la brisa,
purificada por la lluvia del medio día o densa por el aroma de los pinos.
El aire es precioso para el piel roja, pues todos los seres
comparten el mismo aliento: el animal, el árbol, el hombre..., todos respiramos
el mismo aire. El hombre parece no notar el aire que respira. Como un moribundo
que agoniza desde hace muchos días, es insensible a la pestilencia.
Pero si nosotros o vendemos nuestras tierras no debéis
olvidar que el aire es precioso, que el aire comparte su espíritu con toda la
vida que mantiene. El aire dio a nuestros padres su primer aliento y recibió su
última expiación. Y el aire también debe dar a nuestros hijos el espíritu de la
vida. Y si nosotros os vendemos nuestras tierras, debéis apreciarlas como algo
excepcional y sagrado, como el lugar donde también el hombre blanco sienta que
el viento tiene el dulce aroma de las flores de las praderas.
Meditaremos la idea de vender nuestras tierras, y si
decidimos aceptar, será sólo con una condición: el hombre blanco deberá tratar
a los animales del país como a sus hermanos. Yo soy un salvaje y no lo entiendo
de otra forma. Yo he visto miles de bisontes pudriéndose, abandonados por el
hombre blanco tras matarlos a tiros desde un tren que pasaba. Yo soy un salvaje
y no puedo comprender que una máquina humeante sea más importante que los
bisontes, a los que nosotros cazamos tan sólo para seguir viviendo.
¿Qué sería del hombre sin los animales? Si los animales
desaparecieran el hombre también moriría de gran soledad espiritual. Porque lo
que le suceda a los animales, también pronto le ocurrirá al hombre. Todas las
cosas están relacionadas entre sí. Lo
que afecte a la tierra, afectará también a los hijos de la tierra.
Enseñad a vuestros hijos lo que nosotros hemos enseñado a
nuestros hijos: la tierra es nuestra madre. Lo que afecte a la tierra, afectará
también a los hijos de la tierra. Si los hombres escupen a la tierra, se
escupen a si mismos. Porque nosotros sabemos esto: la tierra no pertenece al
hombre, sino el hombre a la tierra. Todo está relacionado como la sangre que
une a una familia. El hombre no creó el tejido de la vida, sino que simplemente
es una fibra de él. Lo que hagáis a ese tejido, os lo hacéis a vosotros mismos.
El día y la noche no pueden convivir. Nuestros muertos viven
en los dulces ríos de la tierra, regresan con el paso silencioso de la
primavera y su espíritu perdura en el viento que riza la superficie del lago.
Meditaremos la idea del hombre blanco de comprar nuestras
tierras. Pero, ¿puede acaso un hombre ser dueño de su madre? Mi pueblo
pregunta: ¿qué quiere el hombre blanco? ¿Se puede comprar el aire o el calor de
la tierra, o la agilidad del venado? ¿Cómo podemos nosotros venderos esas
cosas, y vosotros cómo podríais comprarlas? ¿Podéis acaso hacer con la tierra
lo que os plazca, simplemente porque un piel roja firme un pedazo de papel y se
lo entregue a un hombre blanco? Si nosotros no poseemos la frescura del aire,
ni el reflejo del agua, ¿cómo podréis comprarlos? ¿Acaso podréis volver a
comprar los bisontes, cuando hayáis matado hasta el último?
Cuando todos los bisontes hayan sido sacrificados, los
caballos salvajes domados, los misteriosos rincones del bosque profanados por
el aliento agobiante de muchos hombres y se atiborren de cables parlantes la
espléndida visión de las colinas... ¿dónde estará el bosque? Habrá sido
destruido. ¿Dónde estará el águila? Habrá desaparecido. Y esto significará el
fin de la vida y el comienzo de la lucha por la supervivencia.
Pero vosotros caminaréis hacia el desastre brillando
gloriosamente, iluminados con la fuerza del dios que os trajo a este país y os
destinó para dominar esta tierra y al piel roja. Dios os dio poder sobre los
animales, los bosques y los pieles rojas por algún motivo especial. Ese motivo
es para nosotros un enigma. Quizás lo comprendiéramos si supiésemos con qué
sueña el hombre blanco, qué esperanza trasmite a sus hijos en la largas noches
de invierno y qué ilusiones bullen en su imaginación que les haga anhelar el
mañana.
Pero nosotros somos salvajes y los sueños del hombre blanco
nos permanecen ocultos. Y por ello seguiremos distintos caminos, porque por
encima de todo valoramos el derecho de cada hombre a vivir como quiera, por muy
diferente que sea de sus hermanos.
No es mucho realmente lo que nos une. El día y la noche no
pueden convivir y nosotros meditaremos vuestra oferta de comprar nuestro país y
enviarnos a una reserva. Allí viviremos aparte y en paz. No tiene importancia
dónde pasemos el resto de nuestros días. Nuestros hijos vieron a sus padres
denigrados y vencidos. Nuestros guerreros han sido humillados y tras la derrota
pasan sus días hastiados, envenenando sus cuerpos con comidas dulces y fuertes
bebidas. Carecen de importancia dónde pasemos el resto de nuestros días. Ya no
serán muchos, Pocas horas más quizás un par de inviernos, y ningún hijo de las
grandes tribus que antaño vivían en este país y que ahora vagan en pequeños
grupos por los bosques, sobrevivirán para lamentarse ante la tumba de un
pueblo, que era tan fuerte y tan lleno de esperanzas como el nuestro.
Pero cuando el último piel roja haya desaparecido de esta
tierra y sus recuerdos sólo sean como la sombra de una nube sobre la pradera,
todavía estará vivo el espíritu de mis antepasados en estas riberas y en estos
bosques. Porque ellos amaban esta tierra como el recién nacido ama el latir del
corazón de su madre.
Pero ¿por qué he de lamentarme por el ocaso de mi pueblo?
Los pueblos están formados por hombres, no por otra cosa. Y los hombres nacen y
mueren como las olas del mar. Incluso el hombre blanco, cuyo dios camina y
habla con él de amigo a amigo, no puede eludir ese destino común. Quizás seamos
realmente hermanos. Una cosa si sabemos, que quizás el hombre blanco descubra
algún día que nuestro Dios y el vuestro, son el mismo Dios. Vosotros quizás pensáis
que le poseéis, al igual que pretendéis poseer nuestro país, pero eso no podéis
lograrlo. Él es el Dios de todos lo hombres, tanto de los pieles rojas como de
los blancos. Esta tierra le es preciosa, y dañar la tierra significa despreciar
a su Creador También los blancos
desapareceréis, quizás antes que las demás razas. Continuad ensuciando vuestro
lecho y una noche moriréis asfixiados por vuestros propios excrementos.
Nosotros meditaremos vuestra oferta de comprar nuestra
tierra, pues sabemos que si no aceptamos vendrá seguramente el hombre blanco
con armas y nos expulsará. Porque el hombre blanco, que detenta momentáneamente
el poder, cree que ya es Dios, a quien pertenece el mundo.
Si os cedemos nuestra tierra amadla tanto como nosotros la
amábamos, cuidadla tanto como nosotros la cuidamos, y conservad el recuerdo de
tal como es cuando vosotros la toméis.
Y con todas vuestras fuerzas, vuestro espíritu y vuestro
corazón, conservarla para vuestros hijos y amadla como Dios nos ama a todos.
Pues aunque somos salvajes sabemos una cosa: nuestro Dios es
vuestro Dios. Esta tierra es sagrada. Incluso el hombre blanco no puede eludir
el destino común. Quizás incluso seamos hermanos. ¡Quien sabe!
LAS OSTRAS Y LAS PERLAS (Del Nº 36)
"Una ostra que no ha sido herida no puede producir
perlas"... Las perlas son producto
del dolor...resultado de la entrada de una sustancia extraña e indeseable en el
interior de la ostra, como un parásito o un grano de arena.
Las perlas son heridas curadas.... En la parte interna de la
ostra se encuentra una sustancia lustrosa llamada NÁCAR.
Cuando penetra en la ostra un grano de arena las células de
nácar comienzan a trabajar y cubren el grano de arena con capas y capas y más
capas de nácar para proteger el cuerpo indefenso de la ostra. Como resultado,
se va formando una hermosa perla. Una ostra que no fue herida de algún modo no puede
producir perlas, porque la perla es una herida cicatrizada...
¿Te has sentido lastimado por las palabras hirientes de
alguien? ¿Has sido acusado de haber dicho cosas que nunca dijiste? ¿Tus ideas
fueron rechazadas o mal interpretadas? ¿Has sufrido los golpes de los que
preconciben indebidamente? ¿Has sido objeto de la indiferencia?
ENTONCES,
PRODUCE UNA PERLA
Cubre tus lastimaduras con varias capas de amor. Son pocas
las personas que se interesan por estas disciplinas. La mayoría sólo aprende a
cultivar resentimientos dejando sus heridas abiertas...alimentándose con
sentimientos pobres, que impiden que las lesiones cicatricen.
En la vida real vemos muchas "ostras vacías" no
porque no hayan sido heridas, sino porque no supieron perdonar, comprender y
transformar un dolor en amor. Vale la pena sonreír ante las lastimaduras que
recibimos como un medio de crecimiento personal.
PONTE CONTENTO Por Amado Nervo (Del Nº 51)
Si te sientes viejo, ponte contento, hay quienes no
terminaron su niñez.
Si te sientes abuelo, ponte contento, hay quienes no
llegaron a tener hijos.
Si te sientes pobre, ponte contento. Hay quienes no conocen lo espiritual.
Si te sientes cansado, ponte contento. Hay quienes no
conocieron el trabajo.
Si te sientes angustiado, ponte contento. Hay quienes no
tienen con quien
compartirla.
Si te sientes solo, ponte contento, todavía puedes encontrar
un amigo.
Si te sientes en la oscuridad, ponte contento, hay quienes
no han visto
la luz de la vida.
Si te sientes discriminado, ponte contento, hay quienes no distinguen los
colores.
Si te sientes sin amor, ponte contento, hay quienes no lo
encontraron nunca.
Si te sientes sin vida, ponte contento, hay quienes
realmente la perdieron.
Por último si quieres ser feliz, hazte la propuesta todos
los días.
Todavía estás a tiempo de darte cuenta, que
AQUÍ Y AHORA, TODO ESTÁ EN TUS MANOS.
LA NATURALEZA Por Eckhart Tolle (Del Nº 55)
Dependemos de la naturaleza no solo para nuestra
supervivencia física.
También necesitamos a la naturaleza para que nos enseñe
el camino a casa, el camino de salida de la prisión de nuestras mentes.
Nos hemos perdido en el hacer, en el pensar, en el recordar,
en el anticipar: estamos perdidos en un complejo laberinto, en un mundo de
problemas.
Hemos olvidado lo que las rocas, las plantas y los animales
ya saben.
Nos hemos olvidado de ser: de ser nosotros mismos, de estar
en silencio, de estar donde está la vida: Aquí y Ahora.
Llevar tu atención a una piedra, a un árbol o a un animal no
significa pensar en ellos, sino simplemente percibirlos darte cuenta de ellos.
Entonces se te transmite algo de su esencia. Sientes lo profundamente que
descansa en el Ser, completamente unificado con lo que es y con dónde está.
Al darte cuenta de ello, tú también entras en un lugar de
profundo reposo dentro de ti mismo.
Cuando camines o descanses en la naturaleza, honra ese reino
permaneciendo allí plenamente. Serénate. Mira. Escucha. Observa cómo cada
planta y animal son completamente ellos mismos. A diferencia de los humanos, no
están divididos en dos.
No viven a través de imagines mentales de sí mismos, y por
eso no tienen que preocuparse de proteger y potenciar esas imágenes. Todas las
cosas naturales, además de estar unificadas consigo mismas, están unificadas
con la totalidad.
No se han apartado del entramado de la totalidad reclamando
una existencia separada: “yo”, el gran creador de conflictos.
Tú no creaste tu cuerpo, y tampoco eres capaz de controlar
las funciones corporales. En tu cuerpo opera una inteligencia mayor que la
mente humana.
Es la misma inteligencia que lo sustenta todo en la
naturaleza. Para acercarte al máximo a esa inteligencia, sé consciente de tu
propio campo energético interno, siente la vida, la presencia que anima el
organismo.
Cuando percibes la naturaleza solo a través de la mente, del
pensamiento, no puedes sentir su plenitud de vida, su ser. Solo, ves la
forma y no eres consciente de la vida que la anima, del misterio sagrado.
El pensamiento reduce la naturaleza a un bien de consumo, a
un medio de conseguir beneficios, conocimiento, o algún otro propósito
práctico.
Observa, siente un animal, una flor, un árbol, y mira como
descansan en el Ser. Cada uno de ellos es él mismo. Tienen una enorme dignidad,
inocencia, santidad.
En el momento en que miras más allá de las etiquetas
mentales, sientes la dimensión inefable de la naturaleza, que no puede ser
comprendida por el pensamiento.
Es una armonía, una sacralidad que, además de compenetrar la
totalidad de la naturaleza, también está dentro de ti..
El aire que respires es natural, como el propio proceso de
respirar. Dirige la atención a tu respiración y date cuenta de que no eres tu
quien respira.
La respiración es natural. Conecta con la naturaleza del
modo más íntimo e interno percibiendo tu propia respiración y aprendiendo a
mantener tu atención en ella. Esta es una práctica muy curativa y
energetizante. Produce un cambio de conciencia que te permite pasar del mundo
conceptual del pensamiento al ramo de la conciencia incondicionada.
Necesitas que la naturaleza te enseñe y te ayude a
reconectar con tu Ser.
No estás separado de la naturaleza. Todos somos parte de la
Vida Una que se manifiesta en incontables formas en todo el universo, formas
que están, todas ellas, completamente interconectadas.
Cuando reconoces la santidad, la belleza, la increíble
quietud y dignidad en las que una flor o un árbol existen, tú añades algo a esa
flor o a ese árbol. Pensar es una etapa en la evolución de la vida.
La naturaleza existe en una quietud inocente que es anterior
a la aparición del pensamiento.
Cuando los seres humanos se aquietan, van más allá del
pensamiento.
La quietud que está más allá del pensamiento contiene una
dimensión añadida de conocimiento, de conciencia.
La naturaleza puede llevarte a la quietud. Ese es su
regalo para ti, te unes a ella en el campo de quietud, este se llena de tu
conciencia.
Ese es tu regalo a la naturaleza. A través de ti, la
naturaleza toma conciencia de sí misma. Es como si la naturaleza te hubiera
estado esperando durante millones de años.
No hay comentarios:
Publicar un comentario