lunes, 25 de junio de 2012

APRENDIENDO A VIVIR EN UN NUEVO MUNDO

SIENTO QUE ESTOY SUSPENDIDA EN EL COSMOS...

Por Ruth Ross  (Nº 92)


Cuando logro despojarme por completo de mi mente, ego y personalidad, logro la sabiduría de encontrarme con la comprensión más profunda. No hay información que mi Ser Superior no logre procesar. No hay situación que mi Ser Superior no conozca con anterioridad. No hay límites en mi sabiduría intrínseca, de ningún tipo. El tiempo y el espacio son uno y dentro de esa maravilla todo lo que necesito para mi viaje va apareciendo mágica y milagrosamente.

A veces se van presentando  en  nuestra vida “interferencias” que nuestro mismo interior nos va mostrando. Espejos de nuestro pasado que hay que limpiar o situaciones, o personas  o ciclos muy importantes para nosotros, desde lo afectivo, por ejemplo, de los cuales tenemos que desapegarnos para siempre, para que nuestro crecimiento pueda seguir el curso esperado de la evolución. Dentro de esas cosas que nos son mostradas para sanear en nuestra vida, a veces nos toca pasar por pruebas difíciles y duras, como el corte de lazos o el desapego de los seres más queridos para nosotros, y que han marcado nuestra vida y nos han llenado de amor y de aprendizajes de todo tipo.

El punto es que lograr permanecer dentro del estado de sabiduría constante no me es tan fácil como pareciera… Muchas veces, por más que mi consciencia me grita desde lo más profundo de mi corazón, mi mente quiere interferir como el bicho más molesto, queriendo tomar el control de mi vida, para distraerme y mantenerme aferrada a una energía vieja y sin sentido.
Nuestros viejos paradigmas, nuestras viejas maneras de ser, nuestro viejo sistema de creencias es lo único que conocimos durante toda nuestra vida. 
Y es en estos momentos, en los que al saber que todo está cambiando en nuestro interior, que la luz está limpiando toda la oscuridad, que vuelve a aparecer en nosotros aquel monstruito conocido para que logremos por fin erradicarlo para siempre de nuestras vidas. El punto es que el ver cara a cara a ese monstruo que creíamos olvidado, nos puede desestabilizar, nos puede movilizar por un rato hasta que logremos ver de nuevo quienes somos, en que nos estamos convirtiendo y hacia dónde vamos. 
Son tiempos a donde cada uno de nosotros se siente 
constantemente cual si fuera una olla a presión en constante ebullición. Todo nos moviliza, nos sacude, nos muestra… Tanto desde lo personal, como lo que observamos en  nuestro entorno y aún más,  como desde lo que vemos en nuestra Tierra y en nuestra humanidad.
La perfección total es así  como hablé desde aquí el mes pasado: lograr ser como águilas, lograr desidentificarnos de cada una de las cosas que nos toque vivir, aún de aquellas que son especialmente dolorosas para cada uno de nosotros. Y aunque la tarea no nos sea especialmente fácil, es esta la única manera de lograr nuestro objetivo con total excelencia.  No es fácil, lo sé… Pero no hay otro modo de crecer.
Las situaciones de crisis internas más profundas nos llevan a cambiar, a crecer, a transmutar. Por lo cual es en esos momentos de oscuridad total desde donde debemos pulsar el llamado a nuestra luz y junto con nuestra profundidad más sabia  y lumínica, encontraremos la salida para todo lo que nos toque enfrentar, sabiendo que nada es más fuerte que la fortaleza que nos viene desde la luz, desde el amor, desde la luz misma del Universo todo.
Porque es cuando logro mantener ese constante equilibrio cuando: “Siento que estoy suspendida en el cosmos, y en esa suspensión, soy el todo y soy la nada a la vez. El macro y el microcosmos en una sola pequeña y gran partícula de mi ser”.
                             

                                      

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