“¿QUE HARÍAS SI MAÑANA FUERA EL ÚLTIMO DÍA DE TU VIDA?”
Un día alguien me preguntó ¿qué harías si mañana fuera el último día de tu vida?. Y yo le respondí lo siguiente, desde el fondo de mi alma: Me levantaría como todos los días, me haría el desayuno contemplando la maravillosa naturaleza que nos rodea, escuchan- do el sonido de los pájaros, y si hay viento, el movimiento de las hojas de los árboles.
Llamaría a mi perro con el silbido que él reconoce, con un pan en la mano y el vendría como siempre moviéndome la cola y recostándose para que lo ate (para protegerlo de los humanos que le arrojan piedras). Y luego, simplemente haría lo que tuviera ganas de hacer ese día: arreglar algo, transplantar un árbol, ir a la computadora, caminar, hacer las compras, escuchar la música que me gusta, ver una película, etc.
Disfrutaría de la vida como siempre, con las cosas sencillas de todos los días que me hacen feliz. Hablaría con mi esposa y le diría que la amo, abrazaría a mis hijos y les diría que sean felices. Y como todos los días, me quedaría en silencio sentado en el pasto reflexionando, nada más que en este caso en particular haría un rápido repaso de mi propia vida, los acontecimientos que han sucedido a mi
alrededor, las personas que me han rodeado y he conocido, los lugares que he visitado, todos los aprendizajes que he vivido. No realizaría demasiados balances, sino que serían más que nada recordatorios, simplemente porque hace mucho que realizo internamente balances continuos. Llamaría a mis padres, hermana y sobrinos y les transmitiría mi amor.
Mandaría luz y amor para toda la humanidad y para nuestra hermosa Tierra. Y luego, porque no, cocinaría algo que me gratificara personalmente y elaboraría un postre especial.
Compartiría mi día con mi familia, conversando y teniendo presente en mis sentidos, sus miradas, sus voces, sus formas de hablar, sus sonrisas, sus emociones, sus posturas, sus personalidades, pero por sobre todas las cosas, lo que sé que cada uno de ellos es: Un gran ser de luz.
No haría grandes discursos, porque cada uno de ellos sabe suficientemente bien cual es mi oratoria, mis consejos, mi sabiduría y todo lo demás que me ha caracterizado siempre.
Al acercarse el momento de partir, simplemente contemplaría nuevamente la naturaleza que me rodea, abrazaría y besaría a cada uno de mis amados seres, y por último me miraría a un espejo, traspasaría los ojos y me comunicaría con mi verdadero ser, con mi alma y diría: Gracias Padre por la hermosa vida que he tenido. Gracias por no tener cuentas pendientes. Gracias por haber perdonado a todos y por haberme perdonado a mi mismo.
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