Hace tiempo vengo observando el modo en que corre el tiempo. El vértigo tan impresionante con que todo pasa y va situando todo lo vivido en un lejano pasado, sin vuelta y sin retorno.
Si pudiéramos imaginarnos dentro de un reloj de arena, nuestro momento presente, nuestro aquí y ahora, que es lo que realmente tiene que importarnos en estos momentos para crecer, está situado en la unión de los dos conos, y es ese punto de inflexión, desde donde la arena va fluyendo para caer en el cono de abajo.
Y así, con la misma rapidez con la que vemos pasar la arena en el reloj, vemos pasar nuestra vida, sintiendo que el cono de arriba nos va preparando, nos va dando las herramientas para que podamos hacernos cargo de vivir el momento y desde la intensidad del aquí y ahora reinante, provocar los cambios que nos impulsen a un futuro mejor. Pero esto ocurre sin pensar en el futuro. Ocurre porque sí, por decantación. Porque al vivir consagrados a ese punto vital que es el presente más inmediato que tenemos, nos despojamos por completo de aquello que hemos vivido y dejamos de planear con nuestra estructura mental aquello que queremos vivir. Cuando aprendemos a despojarnos, te decía, cuando fluimos como esa arena fluye en el reloj, casi sin darnos cuenta de golpe, percibimos que somos otros. Observamos que lo único importante en esta vida es el amor, es la luz, es vivir plenamente disfrutando cada instante, cada respiración como si fuera la única, la última, la primera.
Nadie sabe a ciencia cierta que es lo que vendrá a continuación en nuestras vidas. Ni como hemos de vivirla., ni mucho menos cual será el momento final que nos toque aquí en la Tierra. Es por ello que fluyendo de este modo hay algo que es seguro, y es que estaremos permanentemente en el camino hacia la ascensión. Es seguro que paladeando el presente logramos liberarnos de las presiones y terminar con la angustia que nos puede dar el hecho de tratar de controlar y manipular el futuro, el hecho de vivir pendientes de todo aquello que no fue…
Hay personas que aún siguen aferradas a lo que no fue, lamentándose por lo que no vivieron. O llorando y lamentando los dolores pasados. Otras en cambio, se pierden en un gran mar de proyectos que los hacen correr vertiginosamente buscando distintas concreciones humanas, distintas zanahorias para continuar su carrera, distintos espejitos de colores que los continúan conduciendo a la nada, que los depositan en el vacío de “no ser”. Ellos no se permiten entregar, confiar, vivir, y siguen postergando vivir para el día de mañana, sin darse cuenta que con la intensidad en la que estamos viviendo, si no cambian, lo más probable es que sus mañanas nunca lleguen y que en sus vidas terminen encontrando solo dolor, vacío o enfermedad. O bien, terminen encontrando que por no haber podido emprender el camino de su misión evolutiva, la vida termina de pronto para continuar su evolución desde otro plano, sin haber llegado a paladear el verdadero sabor que la consagración del presente nos puede dar.
Hoy solo puedo decirte que deseo que puedas enfocar tu vida en el tiempo que dura una respiración, he ahí tu presente… Simplemente entrégate a respirar, siente la energía Divina fluyendo continuamente en y a través de ti. Entrégate a la luz. Y así verás que el paso por tu reloj de arena vital será para vos la más maravillosa y apasionante experiencia que te toque vivir. No hay nada como vivir el momento y quitarse todas las ataduras mentales. No hay nada como permitir que el Universo nos sorprenda segundo a segundo con los nuevos capítulos que tenemos que agregar en la historia de nuestra vida. Cada segundo vital es una nueva página en blanco que nos invita a jugar, a respirar y a esperar a que en el segundo de la respiración nos sorprenda la magia que pueda llevarnos por un camino nuevo, insospechado para nosotros, que quizás nunca lo habíamos planeado desde nuestra mente. Pero, nuestro Ser que es sabio, cuando toma el mando y el control, cuando nos ayuda a “hacernos cargo”, nos conduce por el camino verdadero, nos conduce a la felicidad, y nos va llevando desde nuestro eterno presente al lugar exacto en el que tenemos que estar.
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